Para quienes conciben la vida bajo la tutela de un dios omnipresente la frase de que "aprieta pero no ahoga" tiene un valor consolador, incluso esperanzador, con que creen salvaguardar su propio destino. Para quienes no lo tenemos tan claro es la vida, por sí misma, la que nos situa, en ocasiones, al borde o, incluso, lo desborda. Allí está el azar, la genética, el ámbito, los errores, las circunstancias, en ese estira y afloja que nos condce hacia el abismo o nos aleja de él.
Muchos de esos elementos son endógenos, han dependido voluntaria o involuntariamente de nosotros mismos y aunque pretendamos escapar a esta evidencia difícilmente podemos hacerlo y conviene arrostrarlos. Pero otros son exógenos, exceden nuestra propia capacidad de esquivarlos y nos asaltan, nos someten, con ese añadido de insumisión inútil.
En esta crisis cada cual ha jugado su papel, variable en las propias decisiones, en los distintos tiempos en que acometimos las mismas adquisiciones. Los ha habido hormigas como cigarras, también quienes ni han tenido la posibilidad de elegir una de esas opciones. En cualquier caso la mayoría ha terminado sucumbiendo en mayor o menor grado. Pero no cabe duda que la gravedad no se ha debido a las propias decisiones sino a las ajenas, a la falta de rigor y de controles efectivos, a la complicidad de los gobiernos que multiplicó el efecto devastador.
Ahora vienen nuevas decisiones, los recortes, fruto de aquellos despropósitos, y aunque sean hasta necesarios no me parecen proporcionales y castigan mucho más que a otros a los ya de por sí bastante castigados, que resultan especialmente lesivos para los principales damnificados de esta crisis y que, como se refleja en la viñeta de Eneko aparecida hoy en 20.minutos.es, quedan en una situación casi de ahogo no achacable a Dios sino a los hombres.
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