domingo, 18 de diciembre de 2011

CUANDO LA POLÍTICA NO CUMPLE SU PAPEL (Página nº 564)

El otro día hablaba del egoismo. Aflora a cada instante. A los maestros nos gustan que nazcan niños. A los médicos que no falte gente en sus consultas. A los dueños de bares que la gente eche monedas en sus tragaperras y beban cuanto puedan. Incluso a los dueños de los tanatorios puede que no les guste que se muera gente concreta pero querrán que sus negocios sigan siendo rentables y no les falte el trabajo, lo que hace que contemplen la muerte de otra manera más comercial. La perspectiva global no suele tener espacio ante las aspiraciones concretas porque uno, ante todo, prefiere no distanciarse de su propio interés y someterlo al de los demás, y la solidaridad suena bonito pero tiene más de sacrificio de lo que a uno le gustaría conceder. Por eso casi siempre se requieren de liderazgos políticos capaces de, al menos, concebir soluciones desde una perspectiva general, sopesando pros y contras y no dejándose llevar por intereses de unos colectivos sobre otros.

Es por ello que el ejercicio de la política es tan difícil cuando los principios de interés general han de prevalecer sin lesionar especialmente a grupos concretos. Por eso, también, la mayoría de políticos actuales no están a la altura de esa responsabilidad y suelen llegar al poder cargados de "hipotecas" que terminan por mediatizar su gestión y crear una legión de damnificados. Y así no es extraño que en España muchas decisiones suelan ser incomprensible, a veces contradictorias, y tiendan a romper casi siempre por el lado más débil. Y asoma el frentismo, la falta de altura intelectual, el deseo de marcar espacio deshaciendo más que impulsando, y parte de la gente reacciona votando con las tripas, más contra alguien que a favor de otro, caidos en la trampa que se nos ha tendido y que siembran de sospechas mutuas sus declaraciones públicas para hacer que tomemos partido.

Sí, la política actual se basa más en destruir que en construir, en desarticular al rival que en exhibir los propios planteamientos. Todo se vuelve cruce de acusaciones, se da más publicidad a los datos ajenos que a los propios, llegamos a saber casi todo (lo malo) del anterior gobierno y muy poco o nada (malo) del actual, porque la información vale tanto que se juega con ella.

Es casi imposible ver en los nuevos líderes gente capacitada para liderar con firmeza, pensando en el bien general, asumiendo la gestión sin someterse a intereses partiulares de los habituales grupos de presión, con altura de miras y siendo el representante de todos y no una parte. Ni se les ve a ellos ni a quienes les rodean como referentes éticos e intelectualmente capaces. La política ya es un mero instrumento de poder y el egoismo, nuevamente, abre brechas para imponerse y fagocitar el verdadero valor de la política como instrumento de equilibrio y dinamización.

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