Hubo un tiempo en que se hacían acampadas en Navaseca por aquella OJE con visos proselitistas pero que introducían a muchos chavales en actividades mediambientales y lúdicas. Entonces era una pequeña laguna que, como el resto de las de la zona, se alimentaba de la generosidad de un acuífero emergente en periodo de lluvias.
Yo conocí Navaseca bastante después, cuando ya se había convertido en aliviadero de la depuradora municipal, donde, sorprendentemente, encontraron cobijo numerosas especies de aves, a pesar de que el olor resulta, a veces, insoportable y uno teme por la salud de toda esa fauna que parece encontrar acomodo perfecto en este humedal sobrevenido.
Lo cierto es que si uno se acerca allí puede contemplar un espectáculo excepcional, asombroso, que ni tan siquiera ese aroma a corrupción logra disuadir. A simple vista o, mejor, ayudado por unos buenos prigmáticos, uno puede pasar un delicioso tiempo de contemplación.
Destaca ahora, por su número, pero desde hace tiempo por su presencia, una colonia de flamencos que alcanza, según los técnicos, quinientos ejemplares y que casi eclipsan la enorme riqueza de otras presencias asentadas en la laguna o transitoriamente huespedes del encharcamiento. Y eso me lleva a pensar que son 500 buenas razones para que se cuide el entorno, para que adquiera el valor que realmente posee, para que se mejore la calidad del agua allí vertida, para que sea un modelo de gestión de un espacio que va adquirieno una importancia indiscutible por la presencia cada vez mayor de especies y ejemplares. razones que podrían ser mil, dos mil...
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