Hoy he asistido a la conferencia "El Greco, un genio en rebeldía" que impartía mi buen amigo, desde la infancia, Jesús Sánchez-Mantero Gómez-Limón. Más que sus conocimientos de arte, su sapiencia en este campo, de lo que ya sé hace tiempo, me interesaba la pasión con la que vive dicho arte y la capacidad que tiene para transmitirnos, precisamente, ese entusiasmo. Y ya desde el mismo instante de acercarme al Salón de Plenos, aún completamente vació, he podido ver que de nuevo vivía con toda intensidad un acto que se había trabajado con gran dedicación.
Conocedor de la amplitud temática que iba a abordar quería Jesús organizar bien la información, ilustrar adecuadamente sus palabras para hacernos conocer mejor al Griego y sobre todo para que fuéramos conscientes de la trascendencia de su obra mucho más allá del peregrinaje del joven pintor hasta llegar a Toledo y su propia aventura vital. Porque sí, Jesús ha sabido ofrecernos todas esas claves para reconocer en el Greco un artista excepcional, muy personal, pero que además fue dejando una impronta, quizá recibida tardíamente por otros artistas, que le revela como innovador en muchos aspectos, no solo creativos sino comerciales o de reivindicación de la dignidad de artista para quienes hasta entonces apenas eran considerados como eficientes artesanos en nuestro país.
Aunque algo nervioso en algún tramo su exposición fluida, apasionada, sentida, nos ha ido descubriendo algo mejor a este genio cretense, enseñándonos a verlo, atrayendo nuestro interés a las sucesivas imágenes que mostraban esa evolución, su osadía, su personal concepto del arte que este año quiere atraer todo el reconocimiento que durante siglos se le negó.
Y la verdad, aparte de la satisfacción personal, me ha alegrado que Jesús, mi buen amigo Chuchi, compañero de clase y amigo desde los siete años y con el que me unen infinidad de recuerdos, estuviera arropado por un salón lleno, hasta el punto de necesitar recurrir a todo tipo de butacas para acomodar a los asistentes, nada que ver con unos minutos antes del inicio en el que me recibió en una sala vacía, desolada, que parecía aventurar un escaso respaldo.
Me alegro mucho, Jesús, y sigue apasionándote igual por el arte, ese brillo especial que se nota en tus ojos al compartirlo.
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Me alegro mucho que se llene la sala por esta causa.
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