Estados Unidos es un gran plató de cine. Se suceden estos hechos desgarradores donde niños y jóvenes, sobre todo, mueren, donde la sociedad se conmociona y los presidentes lloran, donde las televisiones hacen su negocio y elevan a los criminales a esa posteridad ejemplar que animará a otros dementes, y se pondrá fecha a la película que pronto ha de hacerse para explicar a su manera la tragedia que inspire otras próximas. Pero nada cambiará porque no hay voluntad de que cambie y la facilidad de armarse hasta los dientes, incluso a personas inestables o evidentemente enfermas, seguirá siendo la tónica en un país donde está más restringido beber alcohol que comprarse un arma y tienen asumido que garantizar su seguridad supone asumir con cierta naturalidad estos episodios trágicos.
No, nada va a cambiar, salvo el título de la película que se aprestarán a realizar de inmediato porque apenas tienen el margen de un par de años antes de que los periódicos se llenen con noticias de otro tiroteo en un colegio o instituto de cualquier lugar del país y la maquinaria de consagración viral de la violencia que es el cine americano eleve a la inmortalidad a nuevos protagonistas de esa locura asesina.
Una sociedad está podrida cuando no reacciona, cuando permite que todo permanezca y deja que las hazañas de esos criminales se fijen en el imaginario público pero no para subvertir el estado de las cosas sino para anclarlos en la memoria necia de un país que enumera sus nombres con la misma facilidad que la lista de sus presidentes.
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Y aquí jugando con el sensacionalismo barato y la ignorancia, otra vez el culpable son los videojuegos, ni que estuviéramos en los 90.
ResponderEliminarMe ha gustado que escribas de esta noticia
ResponderEliminaren tu blog.