Vengo de cenar con unos amigos, esa clase de personas con las que uno se siente siempre bien hasta el punto que ya no concibes la vida sin tenerlos a ellos, gente con la que has viajado y compartido los buenos y malos momentos y a los que jamás podrías pedirles más de lo que te dan ya. Y hemos hablado de placeres, placeres sencillos que te hacen sentir bien y que están al alcance de cualquiera, completamente gratis.
Puede que ellos, como yo, nos movamos en un mundo de intangibles o de realidades tan naturales y al alcance que encontramos la felicidad en tan pequeñas cosas como esa conversación tranquila, sosegada, nada ceremoniosa pero muy gratificante que nos hace reunirnos una y otra vez. Sí, pequeños placeres con importancia a los que regresamos siempre porque nos dan la vida y nos hacen sentir bien.
Nunca sabré que alumbra una amistad así, que fuerza se esconde para que personas a las que no conocíamos antes pasen después a ser imprescindibles en nuestras vidas. Supongo que además de la empatía debe estar ese territorio común de lo sencillo, del gusto por esos placeres cotidianos y elementales que nos vinculan con tanta fuerza e intensidad. Nunca sabré cómo se origina, es cierto, pero es de lo mejor que nos puede pasar, que nos ha pasado.
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Yo estuve presente en esa cena y te aseguro que disfruté tanto como tú. Un abrazo y gracias por vuestra amistad.
ResponderEliminarPues.... a mí también me hubiese gustado haber estado con vosotros je je.
ResponderEliminarY es que tambien aprecio y disfruto de esas pequeñas cosas cotidianas que al final es lo que nos hace sentirnos bien. Las valoro y mucho!