viernes, 6 de abril de 2012

VIERNES SANTO (Página nº 899)

No recuerdo haber madrugado muchas veces para ver salir a Jesús en la madrugada del Viernes Santo, a lo sumo tres o cuatro veces, en esa edad de los quince o dieciséis años en los que estas fiestas eran una oportunidad única de alargar el día desde el amanecer hasta la madrugada siguiente y que tomaba mayor valor, si cabe, porque convivían con nuestros escarceos sentimentales y el tiempo era una oportunidad irrenunciable.

No es que no le diese valor a las procesiones, al contrario, las llegábamos a ver más de una vez, corríamos entre las calles para poder ver los encuentros de Jesús con la Virgen y la Verónica y disfrutábamos de esos olores tan característicos entonces. Pero aún nos interesaban más los tiempos entre esos desfiles procesionales porque, a esa edad, jugábamos a configurar, como digo, ese mapa sentimental y afectivo dentro de nuestra pandilla y no era todo aquello sino una actividad febril de autoafirmación y consolidación de relaciones bastante complejas.

En aquellos Viernes Santos de los setenta apenas quedaba una pausa al mediodía, la obligada cita en casa para comer mientras alegábamos la importancia de ver salir la procesión de los Blancos con lo que justificar una marcha más temprana tras la cita familiar ineludible alrededor del pescado en escabeche. El resto era calle, esperas, idas y venidas, conversaciones, acercamientos, miradas cómplices, risas y, sobre todo, mucha felicidad.

Hay muchos recuerdos y personas vinculadas a aquellos trascendentes años de adolescencia, muchas imágenes y vivencias ligadas a esos Viernes Santos que, en el fondo, quedaban en un segundo plano, como un precioso decorado que nos daba esa oportunidad de fraguar relaciones que en algunos casos cuajaron definitivamente y en otros quedaron sólo fijadas a aquellos años felices porque después se desvanecieron. Y aunque ya no suelo pasar muchas Semanas Santas en Daimiel, que procuro irme algunos días por ahí, siempre tengo el recuerdo de aquellos Viernes Santos en los que era, por los dicho, uno de los días más esperados del año para nosotros.

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