LA MIRADA DEL TUERTO O DE LAS SOLUCIONES POSTERGADAS DE SAN ISIDRO (Página nº 897)

La verdad es que al barrio de San Isidro parece que le hubiera mirado un tuerto pues acumula, por diversas circunstancias, una nómina de agravios quizá no comparable a otras zonas de Daimiel. Al asunto de Alvinesa, un problema de décadas que produjo movilizaciones vecinales y que, de alguna manera, ha ido condicionando el crecimiento de la zona respecto a otros lugares de la localidad, o el asunto del botellón, que ha generado incluso denuncias contra el propio ayuntamiento y que ha alterado el descanso de los vecinos amén del ruido, suciedad, vandalismo y deterioro de la zona, está el culebrón del nuevo colegio de San Isidro, un centro largamente reivindicado porque el edificio actual, pese a su buen mantenimiento, ya reclamaba hace tiempo su sustitución por otro más moderno, adaptado, eficiente y con mejores equipamientos y, además, liberando esa edificación para otros posibles usos entre los cuales podrían estar los que repercutieran directamente en la dinamización del propio barrio.

Pero como se esperaba, y se ha confirmado por la concejal de Educación, el nuevo centro tendrá que esperar y esa espera se antoja larga, demasiado larga para una demanda tan antigua y que experimentó retrasos por falta de diligencia política de modo que de no haberse producido seguramente ya se contaría con el nuevo colegio o, al menos, con sus obras cercanas a término.



Conozco centros educativos construidos para sustituir a otros antiguos que eran menos necesarios o urgentes que el colegio San Isidro, centros antiguos cuya construcción fue bastante posterior y que podían haber aguantado aún algunos años para priorizar otros, y en eso cabe responsabilizar a las administraciones que este colegio daimieleño deba esperar ¿tres?, ¿cinco?, ¿diez años?, hasta que sus alumnos puedan estrenar su nuevo centro.

Sí, parecería haberles mirado un tuerto retrasando una y otra vez las soluciones a sus demandas.