domingo, 29 de abril de 2012

INTERINOS (Página nº 968)

A finales de los 80, cuando yo era uno más de los maestros interinos que peleábamos por hacernos un hueco en la docencia, las condiciones laborales para este colectivo no eran nada del otro mundo. Cobrábamos un 70% del sueldo de un maestro y ninguno de sus complementos, de modo que por el mismo trabajo recibíamos menos de la mitad del salario que ellos y aún menos si era comparado con los de mayor antigüedad. Y por supuesto la primera nómina tardaba más de tres meses en abonarse.


Los noventa, sin embargo, mejoraron bastante la situación de los interinos, aunque para entonces yo había dejado de serlo tras aprobar la oposición, y además de cobrarse el 100% del sueldo se comenzó a recibir algunos de los complementos, aquellos que no tenían que ver con la antigüedad, e incluso en el caso de cubrirse vacantes superiores a cinco meses y medio a cobrar los meses de verano.


De alguna manera, al menos en la docencia, los interinos comenzaron a tener un cierto reconocimiento equitativo administrativamente y mientras, con las sustituciones y vacantes, se iba forjando la experiencia deseada y el conocimiento de diversas realidades según las características del centro o de la propia localidad.


Pero los últimos años ese estatus ha comenzado a resquebrajarse, sus condiciones degradándose y, desde luego, con las medidas más recientes convirtiendo al interino en una rara avis. El aumento de las horas de docencia directa, el incremento de las ratios profesor-alumnos, la supresión del profesor de Apoyo en Educación Infantil, la renuncia administrativa a cubrir sustituciones en los finales de trimestres o de todas aquellas bajas de corta duración, dejarán a muchos de ellos en la calle, despreciada su experiencia adquirida, frustrada su ilusión, ignorado su efecto dinamizador en los colegios que necesitan de esa savia nueva, de sus afanes e ilusiones, de sus aportaciones, de su papel esencial en los ámbitos rurales...


Los interinos se han convertido en especie a extinguir, carne de supresión, ganancia de recortes. Los han convertido en un mal, una rémora, del sistema, tan injustamente, porque ellos no son el problema pero se les trata, en parte, como si lo fueran.


Y en el camino una educación cada vez peor, más despreciada y depreciada, menos valorada por los gobernantes y sometida a ajustes que le hacen perder, notoriamente, calidad y valor. Y en el horizonte un montón de promociones de futuros docentes perdida.

1 comentario:

  1. Cada vez tengo más argumentos con los que contestar a los que dicen que todos son iguales. A las pruebas me remito: la educación, la sanidad, los servicios sociales, los más necesitados, los emigrantes ... no son iguales para todos. Han bastado tres meses para comprobar que no es así y que algunos disfrutan eliminando derechos adquiridos después de décadas de lucha laboral y sindical.
    Y segun nos amenaza Rajoy está dispuesto a seguir. ¿Hasta cuándo?

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