EL CAFELITO DE BETETA (Página nº 921)

El Secretario de Estado de Administraciones Públicas ha dicho que los trabajadores deben olvidarse del cafelito y el periódico y ser más eficientes. Curioso, al menos, que diciendo eso extienda la imagen de que todos los trabajadores de la función pública son personas con el café en la mano y el Marca abierto de par en par, un tópico bastante idiota que nunca va a servir para explicar por qué vivimos en un país sobredimensionado administrativamente por los propios políticos, fuertemente burocratizado cuya consecuencia es la ralentización de cualquier gestión administrativa y cargado de innumerables requisitos y papeleos capaces de desesperar al Santo Job, y eso no se explica ni por la supuesta adicción al café ni por el empeño de algunos funcionarios de leerse hasta los resultados del frontón, y además tampoco es justo con el trabajo de la mayoría, aunque de nuevo toque el pim-pam-pum contra ellos.

Pero es que además para exigir eso no estaría de más que los propios políticos renunciaran a sus desayunos-almuerzos-cenas de trabajo, sus insoportables dietas, sus inauguraciones y cócteles y toda esa mierda inútil pero firmemente asentada en sus costumbres e ingresos. Trabajen en sus despachos en vez de acudir a las radios y televisiones, trabajen en sus despachos en vez de celebrar encuentros gastronómicos varios a los que llaman trabajar, trabajen en sus despachos en vez de buscar la foto en inauguraciones y presentaciones varias. Muevan el culo y aprieten los codos para encontrar soluciones, que es para lo que se les paga.

También dice que los trabajadores, estén al servicio del sector público o del sector privado, deben ser conscientes de la necesidad de una formación permanente para ser más efectivos. Me parece genial pero...

Sí, pero, porque además de exigírselo a los demás convendría que la clase política fuera la primera que se exigiera formación, no sólo académica sino laboral, experiencia previa en vez de acceder a altos cargos habiendo mamado sólo de la teta partidista o accediendo a puestos de confianza o asesoría muy bien pagados simplemente por ser hijos-sobrinos-nietos o lameculos de quienes los nombran, para ver si de alguna manera empezamos a tener políticos competentes, preparados, experimentados y capaces y no la chusma inútil y agradecida que parece pulular en esos puestos de libre designación.

El problema no es el café y el periódico, eso se arregla con gestores implicados, exigentes, que den ejemplo propio y tengan autoridad moral sobre sus subordinados, el problema es mucho mayor y atañe más a los propios políticos, sus decisiones, sus leyes y su gestión, que a los propios funcionarios, que los habrá muy perros y sinvergüenzas pero que no son la representación de la mayoría.

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