PUES SÍ, MERECIÓ LA PENA (Página nº 394)

La Jornada sobre Transgénicos, que se desarrolló en el Centro del Agua, resultó bastante instructiva, sobre todo en la primera de las intervenciones, a cargo de Blanca B. Ruibal, técnica de Agricultura y Alimentación de Amigos de la Tierra, que pese a posicionarse contra los transgénicos planteó su ponencia objetivizando todos los aspectos y no cayendo en el terreno fácil de cargar las tintas catastrofistas en el uso del glisofato, habitual ariete contra estos tipos de cultivo.

De su disertación, bien planteada, clara y didáctica, descubrimos aspectos igual de relevantes pero que suelen solaparse con la alusión csi exclusiva a los efectos sobre la salud. Por ejemplo que en España, al contrario que en los paises europeos más avanzados, existe un vacío legal, una falta de regulación, que facilita el desarrollo de numerosos experimentos con transgénicos incluso, como en Daimiel, próximos a espacios reservados por su valor medioambiental. Llama la atención que en un país donde se legislan hasta aspectos privados, donde se formulan leyes y leyes de todo tipo, sea un paraiso de vacíos legales en aspectos donde otros paises punteros no tienen ninguna duda, y pese a lo obvio de ellos tampoco se aprecie intención de regular.

Otro aspecto destacable fue el de cuestionar con datos algunos de los supuestos avances y objetivos que pretendía conseguirse con la introducción de los transgénicos, en especial la erradicación del hambre, cuando la gran parte de esa producción se dedica a la alimentación animal y no tiene una repercusión significativa en la de las personas.

Podría extenderme muchísimo más en el detalle, o hablar de la incidencia biológica 0 económica que supone, pero no pretendo cansar ni convencer. Se expuso un principio de prudencia, algo que los gobiernos y la industria jamás ha respetado ni en este ni en otros aspectos, y es el de que se comercialice aquello que tras años de investigación y experimentación puedan garantizar su inocuidad real a corto pero también medio y largo plazo, pues ya sabemos de otros productos que a lo largo del siglo pasado fueron retirados al conocerse su negativa ncidencia en la salud de las personas. Pero claro, pedir prudencia a la maquinaria económica y al poder político que lo ampara es clamar en el desierto.