Después de una precampaña casi infinita y más allá, al menos de los dos partidos minoritarios, entre el hoy y el mañana comienza la campaña electoral con la tradicional e innecesaria pega de carteles, dinero a espuertas a base de créditos que sí le dan los bancos a los partidos para que lo malgasten en pasquines, banderolas, pancartas, anuncios, serigrafías de vehículos, bolis, mecheros y todo ese merchandising obsceno por inútil que arrancará escasos votos porque la gran mayoría no decidirá el suyo por una cartelería o unos regalitos del todo a cien.
Si lo pienso, el inicio de la campaña es casi un descanso. Sí, porque al menos sabemos que en un par de semanas se terminará esta vaina casina, fullera, con la que nos bombardean desde final de la primavera. Luego vendrá gobernar, que esa es otra, pero descansaremos de este cansineo de actos de partido, promesas múltiples, encuestas proselitistas y rollo incendiario. Y como al fin y al cabo la participación de los votantes se reduce al minuto de oro de depositar los sobres con nuestros votos, haciéndonos creer lo importantes, imprescindibles y maravillosos que somos, tampoco merecemos esta tortura de cinco meses aguantando la castañas de rajoys y rubalcabas, de dimes y diretes, de azules y de rojos, que bien mirado sólo les favorece a ellos.
Por eso hasta me alegro que ya se haya dado el pistoletazo, al tostón le quedan quince días y los subsiguientes de esperar hasta que tomen posesión los nuevos gobernantes que serán, casi seguro, los viejos gobernantes, los de siempre, los de la alternancia forever, más de lo mismo pero con etiquetado diferenciado. Mira que será difícil empeorar a los salientes pero, fuera de eso, ya es que me conformo con que me molesten lo menos posibles con sus campañas previsibles y su traca incendiaria, que no tengo cuerpo para tanta repetición de lugares comunes.
En estos días de campaña, pues, desde este Daimiel Diario, intentaré quedarme al margen de este asunto, por no saturar y no verme saturado, atendiendo a los temas locales u otros aspectos tangenciales a la política. Y eso que me he quedado con las ganas de comentar ese escándalo vergonzoso de la publicidad partidista colacada en centros de enseñanza andaluces.
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