Cuando un grupo municipal en la oposición plantea una moción ha de suponerse que se la ha trabajado. No presentar ninguna, por el contrario, nos hace suponer falta de trabajo. Pero esto no deja de ser simplista porque existen determinados factiores a considerar:
Algunas de las mociones vienen dadas desde fuera. Las impulsan desde los comités nacionales, regionales o provinciales y hasta vienen redactadas por estos. Tocan temas de ámbito nacional o regional y los grupos municipales sólo son instrumentalizados para dar publicidad a los temas y tratar de poner en un brete al rival político en esos ámbitos. De estas hemos conocido algunas del PP e IU en las anteriores legislaturas.
Otras, también de ámbito nacional o regional, son factura propia del grupo municipal local. Buscan el posicionamiento del resto sabedores de que, como en las anteriores, lo que vote un pleno tiene un efecto inocuo en ese asunto porque se carece de competencia real. Es una forma de hacer que el resto se retrate y utilizarlo luego como argumento. De estas hay ejemplos de alguna del PP, la del PSOE en el anterior pleno y de varias de IU.
Luego están las de ámbito local, con problemas que afectan directamente a los ciudadanos o que mejorarían la vida de estos. Aquí cabría distinguir entre dos tipos, a mi juicio, las potables y las de relleno.
Las potables, que son la mayoría, abordan problemas o proyectos a considerar, están bien elaborados y argumentados y, hasta en algún caso, acompañan a la actuación concreta con campañas de sensibilización. Suelen estar abiertas a aportaciones del resto y son viables. Aquí hay algunas de las presentadas por IU, alguna que recuerdo del PP y podría hasta encajar la del PSOE sobre San Isidro.
Luego están otras que me parecen de adorno, fuego artificial, una manera de parecer que se lo han currado y que buscan más ese efecto que la resolución del problema que tiene otras vías más allá de una campaña de sensibilización. En este caso metería, por lo enunciado, pues falta ver su contenido completo en el Pleno, la de las heces caninas, que tienen el agravante real de que quienes lo proponen no han hecho nada por ello en veinte años aún teniendo un instrumento como unas ordenanzas en vigor que han ignorado tanto como algunos dueños de perros.
Es evidente que me quedo, siempre, con las potables de ámbito local. Las demás son más cuestionables por operatividad, interés o competencia o por estar al servicio de estrategias generales. Y las últimas, las de relleno, para aparentar.
Así, al menos, es como yo las concibo.
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