jueves, 11 de agosto de 2011

LA ESPAÑA DE PANDERETA (Página nº 154)

Vivimos en un país de pandereta desde hace mucho tiempo. Puede que no sea el único, seguramente, pero nos ha salido costra con ciertos aspectos poco entendibles que suceden en nuestras fronteras.A veces las noticias son locales, de escaso alcance, pero suficientes para comprender que lo de aquí no es nada normal, como por ejemplo la noticia que leo en estos momentos y que cuenta como en un pueblo de Cantabria se ha nombrado concejal de Medio Ambiente a un pirómano condenado mediante sentencia firme. ¿Es o no es esto propio de un país de pandereta?

Lo llamativo es que el PP llevara en sus filas, como candidato a la alcaldía, a alguien procesado y condenado, por más que ya haya cumplido con la sociedad. Entiendo que todo el mundo tiene derecho a ser rehabilitado y gozar de una segunda oportunidad en su vida pero, sinceramente, no confiaría jamás en un cargo político que haya delinquido.

Pero una vez que ocurre, que se opta por semejante candidato y sale elegido, aún entiendo menos que se le otorgue precisamente la delegación más sensible frente a sus antecedentes pirómanos, que rememora la frase célebre de poner a la zorra a cuidar de las gallinas. Y no porque a posteriori pudiera resultar un buen concejal de Medio Ambiente sino por una mera cuestión de confianza previa que debería evitar experimentos de ese tipo entendiendo que alguien así, por sus obras, no parece ser el más adecuado para ocuparse de tal función. ¿Prejuicio? Puede, pero mejor cabría decir precaución.

Por cierto, esto ha sucedido en Las Rozas de Valdearroyo, y la noticia la podéis leer aquí:
(http://www.elmundo.es/elmundo/2011/08/10/espana/1312997935.html)

Y no es un hecho aislado, que lo haría perdonable por anecdótico, sino recurrente, lo que agrava el panderetismo. Y uno recuerda, con este motivo, el nombramiento de Josu Ternera como presidente de la comisión de Derechos Humanos del Parlamento del País Vasco, por ejemplo, con el respaldo de varios partidos democráticos, lo que elevaría el panderetismo a cotas altas de infamia.


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