Escuchar a Fernando Mora, del PSOE, diciendo que ellos han pagado religiosamente cada año, cada mes, hasta justo dejar al poder, las facturas a las farmacias puede ser admitida como verdad, pero pretender escurrir la responsabilidad absoluta en los problemas de pago posteriores merced a una situación que, fundamental o casi integramente, han provocado ellos con su gestión es de una desfachatez rallana en la burla al ciudadano.
Sí, porque aunque se haya pagado a las farmacias y respondido al pago de las nóminas de los funcionarios, los cargos públicos y el elemental mantenimiento de algún, que no muchos, servicios básicos, la lista de acreedores no es irrelevante sino grandiosa y, en algunos casos, proceden desde inicios de 2010. La industria farmaceútica, las ambulancias, la Universidad de Castilla-La Mancha, los libreros, las agencias colaboradoras del turismo social, las empresas de transporte por carretera, los propios ayuntamientos, por citar algunos de los que ya han reclamado sobre su situación y hecha pública lo que se les adeuda, así como otros proveedores directos o de administraciones que andan pendientes de recibir lo prometido y los numerosos retrasos en centros de infancia, residencias, colegios, institutos, son sólo parte de la nómina de damnificados por una forma de hacer política bastante censurable. Y no vale sólo la vaina de la crisis, que mucho ha tenido que ver, sino la toma de decisiones, la incapacidad de poner límite a muchos gastos innecesarios desde 2008 para acá conocida la situación crítica y para no ahondar en la dilapidación de recursos anterior a la fecha.
Ya digo, hace falta tener muy poca vergüenza para decir que ellos pagaban religiosamente a las farmacias cuando ya denunciamos desde la creación del Diario Improbable, enero de 2007, que se disparaba con pólvora del rey, que se vivía por encima de las posibilidades, que se mantenían políticas inviables, que la Junta con sus impagos era el mayor generador de desempleo de la región. Sí, muy poca vergüenza, y menos aún para no asumir ni una pizca de responsabilidad correspondiéndole el grueso de ella. ¡Menuda jeta!
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