En pleno siglo XXI nada de las tres cosas están garantizadas: ni el trabajo, ni la vivienda ni tan siquiera el pan. Suena a reivindicación decimonónica, a lucha de clases, a grito revolucionario. Pero no, ahora suena más bien a necesidad, a petición de emergencia, a decepción con un Estado que no puede garantizar lo más elemental a sus ciudadanos.
La Marcha por la Dignidad llegó ayer a Daimiel y hoy, cuando veo la foto, con esa pancarta escueta pero que encierra toda la gravedad de esta crisis, me doy cuenta de que son esas tres las mínimas aspiraciones de cualquier ser humano, un trabajo digno, un hogar y un plato de comida para los suyos. Acaso solo falte pedir salud para descubrir lo desguarnecidos que hemos quedado, el estado de desesperación de quienes ya solo aspiran a lo que debiera ser un mínimo social conquistado a lo largo del tiempo y que, sin embargo, hoy se torna casi inconquistable.
Y es que la dignidad, no lo olvidemos, pasa por poseer esos mínimos: ingresos dignos por un trabajo digno, un lugar donde cobijarse y el alimento diario. Todo lo demás suena irrelevante.
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Han subido un video de la rueda de prensa y la marcha...
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