UNA BUENA IDEA, UNA MALA ORGANIZACIÓN... Y TRES "GÚEVAZOS" (Página nº 1300)

Me he acercado un rato a la plaza, sobre todo para ver el desarrollo de la iniciativa del Club Saturno para sacar adelante su carrera solidaria por relevos y que tiene el objetivo de alcanzar la distancia de 125 kilómetros, por aquello de hacerlo coincidir con el aniversario que lo motiva, y la verdad, esta buena idea de organizar una muestra del asociacionismo daimieleño me ha parecido que ha sucumbido a su mala organización o, al menos, a una escasa planificación. Y ya no lo digo por el desarrollo previo, las prisas en sacarla adelante o la delegación en las peñas del mayor peso en alumbrarla. No, que eso sería otra cuestión, es que me ha parecido, y he comprobado que la sensación mía la compartían otras personas, allí había mucho líquido para tanto envase, demasiada poca plaza para tantas cosas.

Esto me recordaba una anécdota que me contaba un familiar. Resulta que un torralbeño se presentó en un despacho de vinos y pidió una arroba de vino.

¿Y el envase?, le preguntó el bodeguero.

Y éste, ni corto ni perezoso, señalándose a sí mismo, le contestó:

¡Delante tuyo lo tienes!.

El bodeguero debió pensar lo que yo, escaso envase para dieciséis litros, cuando he contemplado el auténtico caos en el que se había convertido la plaza en ese momento. Entre los "stands" instalados, los que estaban en proceso de hacerlo, los vehículos para trasladar los objetos que en ellos se exhibirán, el escenario, la barra, las terrazas de los bares y los curiosos, la Plaza de España estaba convertida en un sindiós de difícil resolución.

Por poner un ejemplo, el chaval que corría en esos momentos por la calle delimitada entre Virgen de las Cruces y Cardenal Monescillo, con paso obligado por el ágora daimieleño, con su antorcha relevista, tenía que esquivar constantemente a la gente que ignoraba al niño y, por supuesto, el carril delimitado por marcas del suelo. Pero no es sólo que tuviese que abandonar el carril o zigzaguear entre los peatones obstruccionistas, es que casi se estampa contra un carrito en el que se trasladaba, junto a la floristería, un frigorífico de grandes dimensiones y cuyo transportista ni ha mirado si alguien se cruzaba en el camino.

Como podía ser casual me he quedado esperando un nuevo relevista, una niña de unas siete u ocho años, que ha sufrido parecidas circunstancias intentando seguir la ruta marcada entre los viandantes distraidos u ocupados en encontrar espacios libres para desplazarse.

Al seguir hacia Virgen de las Cruces, a la altura del hotel, veo de tertulia a tres "güevones" bien entraditos en años y colocados sobre el carril del circuito de relevos, sin preguntarse por qué durante su buen rato de conversación estorbosa pasaban niños corriendo con antorchas en las manos o importándoles un carajo el esfuerzo o el trabajo de un club para promocionar deporte y ciudad en unas condiciones lamentables.

Por no pensar ni los organizadores han calculado que la carrera ininterrumpida de doce horas habrá que interrumpirse a consecuencia del desfile que, sí o sí, habrá de cruzar la plaza, salvo que hayan creído en la capacidad voladora de los relevistas para salvar el cortejo volando sobre sus cabezas.

Ya digo, la idea era buena pero no parece madurada ni controlada organizativamente. Esta mañana, al menos, era caótico, caos en estado puro. Poco envase para tanto contenido.

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