Nos conformamos con atribuir la heroicidad a los deportistas triunfadores. De hecho, estamos ansiosos por conocer a los nuevos/viejos héroes olímpicos después de haber vitoreado a los viejos/huevos héroes futboleros.
Admitimos, claro, algún grado de heroicidad menor, aunque más real, cuando conocemos casos de personas que arriesgaron su vida para salvar las de otros, pero es evidente que su relumbrón es casi fugaz si no lo acompaña una pelota o un balón.
Pero hay una suerte de héroes que nos pasan desapercibidos, posiblemente porque repiten una y otra vez su gesto heróico de manera anónima porque, creo, no son o no quieren ser conscientes de su propia heroicidad. Y sin embargo me parecen mucho más admirables, infinitamente más valiosos que estos protagonistas rutilantes de la actualidad deportiva.
Mis héroes luchan por su vida casi cada segundo, muestran su fortaleza deslumbrante, su renuncia a la resignación, su agarre a la esperanza. Pelean cada segundo por superar su dolencia, su enfermedad, o por sobreponerse a su situación, solventar sus problemas. Mis héroes son también sus familiares, volcados en ayudar como pueden y como saben, sacrificando su tiempo sin lamentarlo y ofreciendo su aliento, su apoyo, su esfuerzo sin pararse a pensar en más. Mis héroes son, como no, los sanitarios que hacen de cada caso una causa, los que se comprometen desde siempre para dotar de probabilidades, también de esperanza, a quienes se ponen en sus manos y no quieren dejarse ahogar por la incertidumbre. Mis héroes son, claro, los cuidadores, recuperadores, especialistas de todo tipo, que vuelcan su trabajo en mejorar la calidad de vida de las personas que los necesitan y que terminan haciéndolas sentir partícipes de sus vidas.
En mi familia también hay héroes y heroínas. Algunos ya no están. O sí, porque logramos recordarlos en parte de sus actos heroicos. Yo no soy un héroe, la vida no me ha puesto a prueba demasiado para sentirme como tal, pero sé percibir la heroicidad que hace admirables a algunas personas, algunas de las cuales con las que tengo la suerte de convivir.
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Si abortamos a los fetos con malformaciones, a lo mejor te quedas sin esos héroes de los que hablas.
ResponderEliminarPues es verdad, cualquier crío con Down, cualquier persona con una deformación grave o cualquier persona con una condición de salud grave de por vida tiene más corazón e inteligencia adquirida e innata que tú, que creerás ser "normal", con semajantes "razones de peso".
EliminarTú eres la prueba definitiva que el aborto es malo, pero también de que los malos son quienes quieren acabar con él... el resto sólo está equivocado.
A los psicópatas como tú no se os aborta y total, sois los que hacéis el mundo tan feo y peligroso, si se os aguanta a vosotros, se puede disfrutar de cualquiera.
De la misma forma que te quedas sin posibles asesinos en serie. Vaya forma de cargarse los comentarios.
ResponderEliminarEl texto es precioso.