miércoles, 3 de agosto de 2016

MOSCAS DE VERANO, GUERRA SIN CUARTEL (Página nº 3792)

Dijo Mark Twain, autor de Las Aventuras de Tom Sawyer, que "Dios no hizo nada inútil pero que las moscas estuvieron muy cerca de serlo."

No recuerdo ningún verano sin la molesta compañía de las moscas, lo mismo esas gordas, revoloteadoras, posándose constantemente sobre nosotros, que esas otras más pequeñas pero cuyos molestos picotazos hacen que te contraigas cada dos por tres.

En mi casa, de chico, mi padre puso tela mosquitera de aquella verde, plática, en todas las ventanas, pero aunque en menor número siempre lograban introducirse para fastidiarte el día. Por eso recuerdo que siempre, siempre, había una palmeta rodando por la casa, ese objeto preciso como ninguno para acabar con las puñeteras moscas, aunque debo reconocer que al aire libre habíamos desarrollado una especial habilidad para cogerlas a mano y estrellarlas contra el suelo y que los chavales del barrio hasta hacíamos competiciones, ¡cosas de jugar en la calle!, a cuenta de conseguir la mayor captura comprobable por los montecitos que lográbamos en las aceras y que identificábamos con círculos pintados con nuestro nombre al lado.

Pero lo que me gustaba era utilizar un insecticida como el de esta foto, aunque no duró mucho porque los nuevos vaporizadores de bote pronto se hicieron hueco. Aquel chisme, semejante a una bomba de inflar las ruedas de nuestras bicicletas, era realmente eficaz aunque tuvieras que cerrar la puerta, tras salir por patas, y dejar la habitación vacía durante un buen rato antes de poder pasar de nuevo sin tener que comenzar a toser.


Pero también recuerdo que en algunas casas se colgaban estos rollos de papel adhesivo en el que se posaban las moscas descuidadamente y donde terminaban quedando atrapadas hasta morir. Es curioso porque algunos de esos rollos se colocaban pendiendo sobre la mesa y uno terminaba comiendo o cenando presidido por aquel colgajo repleto de moribundos insectos o cadáveres ya cumplida su última suerte. Y aunque parezca antiguo todavía se venden y he podido verlos en alguna ocasión.


Luego, claro, vinieron sistemas como aquellas raquetas eléctricas que electrocutaban a las moscas. O algunos otros aparatos que, utilizando la misma técnica, se convertían en una freiduría de bichos indiscriminada. U otros sistemas, como el que tenemos ahora en el campo, en teoría para las avispas, y que, a cambio, atrapa a cientos de moscas que entran en ese recipiente atraídas por el olor de los polvos disueltos en el agua y jamás logran salir. Pero no nos engañemos, por muchas moscas que mueran siempre tienes otras a tu alrededor recordándote qué narices vio Dios en ellas para crearlas y blandiendo la palmeta, llegado el caso, o lanzando la mano abierta para, en el trayecto, cerrarla atrapándola en su vuelo, como antaño porque, en el fondo, no hemos cambiado tanto en nuestra complicada relación con ellas.


¿Recordáis otros métodos para acabar con ellas?





¡Que ustedes las disfruten!

***

3 comentarios:

  1. Pues los animalistas dicen que no hay que matarlas!!!!

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  2. Son criaturitas del Señor, para algo existiran, igual que los animalistas

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