martes, 21 de abril de 2015

SEÑALES NO VISTAS O IGNORADAS (Página nº 3079)

Un chaval de trece años con evidentes problemas.

Una ballesta que requiere licencia al alcance de su mano y acceso a otros tipos de armas.

Amigos que comparten sus intenciones aunque no le dan importancia.

Agendas donde expresa lo que va a hacer.

Falsa creencia de que, a esa edad, los padres deben evitar indagar en sus cosas cuando está bajo su tutela y no deja de ser un niño.

Acceso a redes sociales y páginas web sin limitación donde es fácil encontrar modelos negativos y donde lo es más encontrar aparente refugio para quienes pasan por un problema.

Detección de comportamientos extraños pero sin deseo de profundizar por parte de personal del centro educativo.

Vídeo-juegos y lecturas que incitan a la violencia y la venganza.


Las cosas así nunca pasan por azar...pero pasan. Y no les damos importancia hasta que contabilizamos vidas humanas y solo respondemos con el asombro y la conmoción.

Todo se construye a partir de hechos y detalles pequeños que no percibimos o queremos ignorar. Hay señales, siempre hay señales, pero no las vemos, no las queremos apreciar o no deseamos inmiscuirnos quizá porque nunca pensamos que se pueda llegar a esa situación extrema.

Se están dando muchos detalles, sí, pero la realidad y la noticia no siempre van de la mano de la fidelidad en la descripción de los hechos y es difícil atreverse a juzgar. Yo mismo, entre los más de dos mil alumnos que he tenido en casi treinta años de trabajo, puedo contar con uno que cometió un asesinato y aún me cuesta reconocer que aquello pudiera hacerlo aquel chaval que yo conocí en dos momentos de mi vida profesional a pesar de que no hubiera duda de su autoría y hubiesen pasado diez años desde que yo fuera uno de sus maestros. Posiblemente sea porque nos negamos a creer que alguien pueda matar tan fácilmente, porque pensamos que alguien así debiera ser desde siempre un desalmado y no era aquello lo que vimos en él.

No obstante, puede que también nos ate la condescendencia, el buenismo, esa tendencia a restar importancia a lo que vemos o sospechamos y al deseo de no involucrarnos más allá de lo justo. Y entonces, cuando pasan las cosas, reflexionas sobre cosas obvias como el acceso fácil a una ballesta que nunca debió serle accesible, los cambios en su comportamiento, el refugio en las redes sociales y en un tipo de juegos y lecturas llamativas, en lo dicho a los compañeros mostrando intenciones y amenazas de hacer algo impensable, en datos escritos en agendas y cuadernos que los padres evitan husmear, y te das cuenta de que todo lo sucedido era mucho más evitable de lo que nos parece. Y sin embargo para un joven profesor asesinado, para varias personas heridas, para muchos compañeros conmocionados, para familias ya rotas por el dolor, para el propio chaval de trece años, ya todo está trazado.

Ahora poco vale la indignación, el clamor de algunos por penas más severas o por que se baje la edad para ser tratado penalmente como un adulto. Había señales que nadie vio o nadie quiso ver o que no llevaron a nadie a actuar. Seguramente hoy no hablaríamos de esto porque Abel Martínez seguiría su sustitución en ese instituto barcelonés enseñando historia y el menor estaría siendo tratado de sus problemas antes detectados y alejado de todo aquello que pudiera perturbarle. Y sin embargo...


***


2 comentarios:

  1. Esta demostrado que ser padre es una de las cosas más difíciles a las que puede dedicarse una persona y en cambio cualquiera puede serlo,
    sin exigirles un mínimo de dignidad y educación. Pero claro, la culpa siempre es de los demás, llámale: sociedad, colegio, amistades, la t.

    ResponderEliminar
  2. ¡Que pena de profesor ! Gracias por escribir de esta tragedia

    ResponderEliminar