Siempre hemos oído que los árboles luchan por la luz y que eso, justamente, hace que tiendan a desligarse y retorcerse buscando un espacio libre para garantizar su supervivencia. La vida es dura también ahí. Y cada ejemplar muestra su individualidad poderosa ante cualquier competidor próximo.
Quizá por eso de inmediato me fijé en este pequeño idilio arbóreo, este par de ejemplares aferrados a un destino común por lo que decidieron enlazar sus más aéreas ramas, un furtivo amor vegetal a la sombra de Molemocho como si ya al final de sus vidas hubieran decidido que sólo la muerte, o ni ella, los separase.
¿Te compraste la cámara?. La foto esta chula.
ResponderEliminarNo, estoy en ello, aunque eso no mejorará mi poca cualidad para la fotografía.
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