Puede que todos ansiemos un héroe como él, alguien que hagamos lo que hagamos nos saque las castañas del fuego para no tener que esforzarnos por nosotros mismos. Es fácil crear en la imaginación un tipo así, al que otorgarle toda serie de poderes, aunque ninguno como lograr revertir el tiempo haciendo que el planeta gire en dirección contraria como hizo Supermán para salvar a su amada, Lois Lane, esa tipa cuya principal virtud es meterse en todos los ajos posibles. Encima no mata este tipo que con sólo ponerse unas gafapastas puede ocultar su personalidad a todos los que le rodean. Pero no existen, claro, por eso dejamos que esa labor de sacarnos de los líos lo hagan otros y esa dejación de responsabilidades la han ocupado, hábilmente, los políticos, que solucionan bien poco pero aprovechan que todo se les deja en sus manos.
Uno de los poderes de Supermán es no envejecer. Crece como un niño normal pero luego, qué curioso, se ve que cae en el perolo del jing-seng y la jalea real y ya no hay quien le saque una arruga. Pero en la España actual a Supermán le habrían obligado a jubilarse ya hace unos años, a quedarse con una pensión discretita y a irse en bus y nunca volando a las vacaciones del IMSERSO, ¡y ojo con hacer trabajitos esporádicos de salvar gatitos, capturar malotes y arreglar el planeta, que se le iba a caer el pelo!
Por eso yo me quedo con la versión del gran Javier Krahe de este Supermán casi octogenario, más acorde con todos esos supermanes de la vida real que se han esforzado toda su vida en conseguir un mundo mejor para los que les rodean:
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