miércoles, 22 de mayo de 2013

PATITOS FEOS (Página nº 1899)

No, no les voy a contar el famoso cuento de Hans Christian Andersen, es que hoy se me ha ocurrido pensar en este título a raíz de dos circunstancias. Una, ver a Miguel Vallejo, alumno del colegio, aspirante a Mister Mundo por Ciudad Real, y en una foto de Lanza, y otra la cercanía de una comida en la que se reunen los alumnos, también de este colegio donde estudié y trabajo, para celebrar el XXV Aniversario del final de sus estudios allí, y a los que tuve suerte de dar clase en aquel Octavo de Educación General Básica trabajando entonces de maestro interino.



Y no, tampoco este título hace referencia a la belleza exterior, sino a esa condición de patitos feos entendido como el del tiempo de formación en el que todos ellos aún estaban por descubrir la vida, definir sus aspiraciones, concretar su personalidad y desarrollar el potencial que ya iba vislumbrándose.

En el fondo todos esos alumnos, y el resto de los que he ido conociendo, eran, en aquellos tiernos años, patitos feos que esperaban el momento de convertirse en cisnes. Porque entonces sabíamos de sus capacidades intelectuales, de trabajo, conocíamos su carácter y su forma de relacionarse, apreciábamos sus grandes cualidades y pequeños defectos, pero realmente desconocíamos qué sería de ellos en la vida, qué camino cogerían, qué faceta profesional desarrollarían. Demasiado patitos para poder apreciar a ese cisne en ciernes, aún sabiendo que esa cualidad de cisne terminaría apareciendo.

Después sabemos de ellos, claro, y no solemos sorprendernos demasiado quizá, o tal vez sí, cuando vemos sus elecciones, sus trayectorias, sus logros, pero no sólo en el campo profesional sino también personal, afectivo. No medimos a esos patitos feos devenidos en cisnes porque terminen siendo ingenieros, médicos, músicos prestigiosos, artistas, arquitectos o grandes cocineros porque eso no marca el grado del éxito aunque nos alegremos por ellos. Muchos son cisnes en trabajos quizá menos valorados pero igualmente necesarios, profesionales valiosos y responsables. Pero sobre todo la gran mayoría son personas capaces, sensatas, buenas, que seguramente no sepan que alguna vez los vimos como patitos feos antes de disfrutar con su conversión a cisnes de gran belleza. Incluso algunos de ellos ya vienen como padres, nos traen a sus patitos feos, a sus jóvenes retoños, pues yo ya tengo y he tenido antes a hijos de alumnos a los que di clase en un colegio donde yo también fui uno de esos patitos feos que, a esa edad, veía el futuro como algo realmente incógnito.

Y tengo claro que cuando la gran mayoría de esos alumnos que he tenido han terminado siendo cisnes he sentido mucha satisfacción, y mucha alegría por ellos, posiblemente en la creencia ingenua de que algo, por poco que sea, tuve que ver, pero sobre todo en la seguridad de que la mayoría han ido encontrando su lugar en el mundo, su sitio en la vida. Y aunque guardo también recuerdos de aquellos días de patitos hoy se abre paso con mucha más fuerza su condición de cisnes.

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