domingo, 31 de marzo de 2013

LENCERÍA POLÍTICA (Página nº 1767)



Lo verdaderamente interesante de la política es justo lo que no vemos, lo que se esconde tras su apariencia formal, recatada, gris. Es decir, todas esas relaciones inconfesables y amistades peligrosas, todos esos grupos de poder que influyen sobremanera en la toma de decisiones, que condicionan la composición de los gobiernos y los partidos, que subvierten el orden lógico de las cosas y que podrían explicar por qué se desgobierna así protegiendo, sobre todo y más que a los ciudadanos, a esos grupos privilegiados.

A eso es a lo que yo llamo lencería política. Sin ella los políticos se sentirían como desnudos aunque tratan por todos los medios de ocultarla haciéndonos creer que ellos y sólo ellos toman las decisiones, que lo hacen en función del bien general y que los ciudadanos son su prioridad. Pero precisamente ese no querer sentirse desnudos ha debido convertir su interior en un festival de intereses con los que cubrirse al dejar la política, una forma de salvaguardar su futuro luego en el sector privado dejándose querer y satisfaciendo muchas de las demandas de quienes luego sabrán agradecer su trabajo.

Por eso el vestuario exterior, su bunker, es frío, anodino, oscuro, opaco. Por eso el formalismo se impone para aparentar lo que no se es y sus caras circunspectas, con gestos de gravedad y apariencia responsable es la careta necesaria. Todo con tal de no dejarnos ver lo que esconde esa lencería interesante llena de regalías, favores, presiones, subvenciones, guiños, en las que siempre ganan todos ellos (políticos y empresas) y vamos perdiendo todos los demás.

La desnudez, como la transparencia, es mucho más honesta porque no busca esconder sino mostrar que no hay nada que ocultar. Pero los políticos siempre tuvieron claro que eso les desprotegía, que no servía a sus intereses últimos, y que su rostro impenetrable de hormigón armado, su trajerío de marca y la distancia y la opacidad era lo mejor para esconder su atrevida lencería política que, de quedar al descubierto, nadie, o casi nadie, consideraría aceptable ni permisible.

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