LA MIRADA APASIONADA (Página nº 1752)

La vida se solaza en dar segundas oportunidades y a mí me las dio con José Antonio Alcázar. Nos conocíamos desde que la pelusa comenzaba a bordear nuestros labios y el acné se disputaba cada centímetro de piel. Es lo que tenía la adolescencia, que adobaba ese tiempo tan complejo con este tipo de aditamentos tan poco favorecedores. De la misma edad, sin embargo, nuestra relación fue, entonces, tangencial, hasta el punto de que no guardo ningún recuerdo relevante que protagonizáramos juntos.

Años más tarde, muchos, sin embargo, esa vida se nos ofreció de nuevo para hacernos coincidir, para vincularnos. Un encuentro con terceros comunes, un espacio para hablar y la sensación de estar bien en esa compañía ha deparado una amistad yo creo que muy sólida. Y con ella una fascinación por su mirada apasionada, por su persecución de imágenes y por el gozo de sus conquistas visuales. Porque Jose, para mí artista neorrenacentista por la multiplicidad de sus intereses creativos y de conocimiento, es de las personas que siempre te sorprenden aunque quizá no esté en su pretensión, y uno siente que su amistad, la de los suyos, ya es todo un regalo que solo has de esforzarte en corresponder.

Cuento esto porque hoy, leyendo el nuevo ejemplar de la revista local "El Olivo", me encuentro con un reportaje que le hace otro gran amigo generacional, Jesús Sánchez-Mantero, con el que me vinculan muchos de los años de mi vida, y además de disfrutar de su lectura me ha recordado que tengo el privilegio de, además de ver sus fotografías, conocer por su boca algunos de los procesos que realizó para obtenerlas y en ese relato descubrir esa mirada apasionada pero rigurosa, esa percepción que tienen los artistas fotográficos que les hace captar la imagen sólo cuando están convencidos de que es esa y no otra la que llevan esperando tanto tiempo.

¡Enhorabuena, amigo!

Y aquí el reportaje:

(Para ver a mayor tamaño pinchar en las imágenes)