El pasado sábado fue un día importante para la Banda Municipal. Se tocaba por primera vez una obra compuesta por un daimieleño, Miguel Herreros, que tomó la palabra para introducirnos en lo que íbamos a escuchar, y además, para aumentar la emotividad del acto se reconocía a varios miembros de la Banda al cumplir sus bodas de oro, en un caso, y sus bodas de plata, en otros tres, lo que habla del fuerte compromiso de estos músicos daimieleños con la agrupación más antigua, creo, de nuestra localidad. Y esa emotividad aún creció con las palabras que cada uno de ellos dirigió al público intentando sujetar la emoción del momento.
Todo en el concierto fue espléndido y el público supo disfrutar del trabajo de Miguel Herreros sabiendo que contaban con el privilegio de escuchar por primera vez esa sinfonía, más bien suite, armada para ser interpretada en su estreno por músicos locales que la mimarían. Y también de otras dos piezas que, al decir de los entendidos, tenían una gran dificultad solventada por el buen hacer de los componentes.
Algunos de los lectores, a estas alturas, se estará preguntando a qué venía el título de esta entrada. La verdad es que he relegado la explicación para señalar lo importante, el trabajo de composición y de ejecución, la gran respuesta de público y el disfrute para quienes tuvimos la oportunidad de estar allí. Pero dicho esto lo cierto es que, aunque anecdóticamente, sucedió algo molesto, desagradable, justo en el instante en el que los músicos homenajeados recibían el reconocimiento de los presentes. En el silencio del momento resonó un "hijos de puta" que provenía de uno de los palcos. Luego supimos que no iba contra nadie o que, al menos, sólo formaba parte de unos chavales cafres que acostumbran a colarse, cuando la entrada es gratuita, para demostrar su mala educación y su atrevida ignorancia, y que antes de empezar se entretuvieron en escupir sobre las cabezas de los que accedían al patio de butacas.
Así, lo sublime y emotivo de un acto tan esperado tuvo que verse alterado por la irrupción mezquina de unos niñatos cuyo comportamiento bien harían en reprender pues son conocidos y ya han interferido en otros actos realizados en el Ayala. Nada importante que pueda borrar los cincuenta años de dedicación de un músico a la Banda Municipal, lo veinticinco de otros tres y el maravilloso rato que nos hicieron pasar un sábado para recordar mucho tiempo.
*
Añadido:
Vídeo con el primer movimiento, "La ciudad", de la sinfonía "Daimiel" compuesta por Miguel Herreros:
Yo cobraría una entrada simbólica y así la gente que realmente va es para por lo menos respetar en este caso el concierto, teatro, cine, etc.
ResponderEliminarLa verdad es que lo que has dicho me ha resultado interesante.
ResponderEliminarAunque tengo que reconocer que ciertos post diferente no me pareció tan bueno, el de esta vez me ha gustado bastante.
Saludos
Here is my site :: Victoria