Y LOS ROBOS NO CESAN EN DAIMIEL (Página nº 3645)

 

Imaginen la escena. Madrugada del viernes al sábado en una calle céntrica de Daimiel. El dueño de la casa, persona de avanzada edad y único morador de la vivienda, duerme plácido. Los cacos acceden por la cochera, se entretienen en buscar minuciosamente dinero, que es el objetivo, aunque el botín final sea escaso y apenas alcance los doscientos euros. Luego se marchan por donde habían llegado.

 

Ahora imaginen el susto de este hombre al despertar y comprobar que mientras dormía unos extraños deambulaban por el interior de su vivienda. Más allá del exiguo botín, aunque para un pensionista puede suponer una cantidad notable, lo peor es sentirse vulnerable, albergar la duda de que pueda volver a ocurrir si les ha resultado tan fácil y, sobre todo, entender que si hubiese despertado en ese momento quizá estaríamos hablando de un hecho más grave, con un resultado bastante más preocupante y de difícil determinación frente a la reacción de estos ladrones, pues ya existe algún precedente de daños físicos importantes.

 

Sí, los robos no terminan en Daimiel. Como un goteo incesante vamos conociendo nuevos hechos que remarcan la inseguridad que se vive en nuestra localidad y del que casi cualquiera es víctima potencial. Mientras menguan las plantillas de policía local y guardia civil por jubilaciones, pases a segunda actividad, bajas temporales y sufren las rebajas presupuestarias, los hechos de este tipo quiebran la tranquilidad vecinal, ponen en riesgo a los daimieleños y centran la vulnerabilidad en nuestros mayores. Difícilmente podemos aceptar que solo nos salve esa lotería de la probabilidad mientras no podemos quitarnos la sensación de que pueda tocarnos en cualquier momento.

 

Algunos preferirán llamarme alarmista, yo prefiero creerme consecuente con la realidad, tomar mis medidas no teniendo dinero en casa ni oro ni nada que pueda convertir la incursión en rentable para los ladrones y dificultar el acceso a mi vivienda, y esperar que mientras cesen los robos no me toque esta peculiar lotería. Pero también avisar de que siguen sucediendo, con cierta frecuencia, para que nadie se llame a engaño y tomen sus precauciones.

 

Ya saben, los robos suceden aunque no aparezcan noticias de ellos. Pero las víctimas nos cuentan lo sucedido entre asustados y cabreados, porque la realidad no entiende de noticias y esto les sucede a gente a quien conocemos, con nombres y apellidos, con rostro familiar, y sabemos como llegan a sentirse.

 

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