Si hay algo que me subleve es que alguien, cuando hablamos de corrupción, pretenda justificarlo diciendo que todos somos corruptos, igualando por lo bajo, equiparando comportamientos que no siendo aceptables son bastante diferentes en la manera, la proporción y la situación, e incluso en el impacto sobre los demás.
Se mire por donde se mire es como confundir falta y delito, como tratar de minusvalorar lo grave con lo leve, por pernicioso que ambos actos sean. Porque si podemos afear pagar una reparación en negro, que es el ejemplo al que siempre se recurre, necesitamos calibrar hasta qué punto puede compararse con el cobro de comisiones a cambio de decisiones políticas y si estamos dispuestos a tratar por igual a quienes hacen una cosa y otra.
A mí esto de que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, en clave de corrupción, me parece una gilipollez extraordinaria. Y esa otra de que si tú pudieras también lo harías, aún más. Ambas demuestran la tolerancia social ante esa tropa de corruptos que llega a tratar de pervertir la lógica estableciendo paralelismos. Puedo aceptar que este grado de tolerancia venga dado porque ya la tenemos con los temas menores, e incluso que esa displicencia hacia lo menudo a creado el caldo de cultivo necesario para que intenten hacernos creer que no es para tanto. Pero lo es, indudablemente, y la corrupción a gran escala es el mayor agravio contra la sociedad, un cáncer absoluto de la confianza, que es el valor que debiera prevalecer en la gestión política y administrativa. Y puesto que hay mecanismos para impedir la corrupción lo que falla es la voluntad de utilizarlos para impedir esa corrupción porque, quizá, el rechazo social no es suficiente o, por escaso, termina siendo cómplice de ese comportamiento corrupto.
No es que uno quiera o no ser corrupto, es que el buen funcionamiento de mecanismos que impidieran la corrupción no dejaría margen a esa decisión, pero existiendo son desmontados políticamente para posibilitar que la ambición, la avaricia, la rapacidad y la rapiña tengan vía libre, y eso se hace a costa de cargos de confianza, intervención de los órganos de control, provisionalidad de cargos que deberían ejercer esa tutela desde las secretarías e intervenciones de las administraciones, etc...
Ya saben, quieren que todos nos aprendamos estos verbos, que los conjuguemos, para hacernos creer que todos somos la misma cosa, que está en nuestra cultura, que es lo mismo mangar una chuche que llevárselo crudo.
Presente
(yo) corrompo
(tú) corrompes
(él) corrompe
(nosotros) corrompemos
(vosotros) corrompéis
(ellos) corrompen
Presente
(yo) ME corrompo
(tú) TE corrompes
(él) NOS corrompe
(nosotros) NOS corrompemos
(vosotros) OS corrompéis
(ellos) NOS corrompen
Pues bien, a quien piense así, a quienes crean que todos somos corruptos y que no estamos legitimados para denunciar la corrupción, a quienes piensen que haríamos lo mismo en sus circunstancias...¡cuenten con mi desprecio!
Comparto esto hasta la última tilde.
ResponderEliminarHay gente que parece que desea que todo el mundo sea igual de ruin, para poder justificar su conciencia.
Lo cual, por cierto, es completamente absurdo: sería como intentar justificar el asesinato por el hecho de vivir entre asesinos. Hay cuestiones de ética/moral básica: lo que está mal, está mal, aquí o en la China.
Basta de relativismo moral absurdo... y más aun viniendo de espectros culturales-políticos-religiosos que luego niegan cualquier tipo de relativismo, aun cuando es cierto y/o inocuo, de cara al público.
En definitiva: basta de hipocresía.