Escuchar a un amigo, impenitente abstencionista, decirme que se está planteando poder ir a votar casi me produce cierta conmoción. "Pero, tío, ¡cuarenta años de abstención tirados a la basura!, ¡tendrás valor!", casi me da por decirle por seguir lo que me parecía broma, y lo digo yo que solo he faltado a las municipales de 1991 por andar inmovilizado a consecuencia de un accidente laboral. Pero a continuación planteaba que podía ser un día importante, y ya supe que hablaba en serio.
¿Por qué es importante?, ¿por qué más que otros momentos? Si analizamos un poco el valor de lo importante puede tener objetivos muy dispares. Para algunos la ocasión de cambiar las cosas, y ahí tendría papel preponderante respaldar a los partidos emergentes, y para otros la ocasión de que nadie cambie, apoyando al bipartidismo. pero también la opción de cambiar algo para que nadie cambie y que sería quienes persiguieran que PP y Ciudadanos obtuviesen una mayoría conjunta pero que sirviera para condicionar las políticas del primero para introducir poco a poco algunas modificaciones. O los que perseguirían una colaboración Podemos y PSOE casi con parecido objetivo. Incluso los que aspirarían a un frente anti-PP para desmontar cuatro años de rodillo. Pero lo que sí parece claro es que ese rango de importancia aparece, a priori, para adjetivar las Elecciones Generales del 20 de Diciembre y la capacidad movilizadora de voto parece que está fuera de cuestión.
¿Pero será un día importante realmente? Tengo mis dudas. Es lógico. Los resultados marcarán la realidad y por ahora solo sabemos de sondeos, encuestas, y a última hora de naranjas y berenjenas, fresas y agua. Y los partidos no ayudan porque en estos quince días han venido esbozando, a la par que negando al segundo, posibles pactos o pactos imposibles. Se atacan, se dejan querer, se ofrecen, se rechazan, porque en este arte de la mentira y la impostura todos saben jugar el mismo juego, el que va de proclamar que serán los ganadores a dejar abierta la puerta de estar dispuestos a todo, pero negando al votante la verdad, la que condicionaría su voto, porque si PP y PSOE, por ejemplo, dijeran públicamente su disposición real a hacer un frente común saben que una parte de los votos se irían antes de las urnas porque hay entre sus votantes quienes no aceptarían ese acuerdo y creo que el número de votos que atraería esa posibilidad sería bastante inferior. Y caben razonamientos similares para otras coaliciones que se hicieran saber pre-urnas.
Yo quiero cambio. Lo he dicho desde el primer instante. El cambio lo puede traer cualquiera pero ni el PSOE ni, sobre todo, el PP han hecho un esfuerzo real por traerlo, aún sabiendo que en 2008 PP y PSOE sumaron el 83,81% de los votos emitidos, que en 2011 ya solo fueron el 73,39% y que en las mejores encuestas de 2015 tienen difícil hasta alcanzar el 50%. Se supone que con tanto analista de cabecera, tanto equipo de campaña, estos partidos debieran haber averiguado ya dónde estaba el problema. Y si a eso añadimos los nuevos partidos, los movimientos sociales, que parecen captar un voto de los que piden ese cambio, que buscan formaciones políticas hasta ahora más o menos limpias y que abanderan propuestas de regeneración, de lucha contra la corrupción, de democracia real, de supresión de administraciones inútiles, de modificaciones constitucionales, de independencia judicial y autonomía de los organismos reguladores (que luego habría que ver si realizarían o no, si lo intentarían o se acomodarían) son los que crecen con sus propuestas hasta poder moverse en un 35 o 40% de los votos, y que son los que les están comiendo la merienda, la renovación del PP y PSOE debía haber sido obligada, rotunda, radical. En cambio ahí están, representando lo de siempre, lo que ha ido aumentando el hartazgo de un sector importante de los votantes.
El cambio tranquilo hubiera sido posible de este modo, con autocrítica, con afán de regeneración propia, con verdadero sentido de responsabilidad. Sin miedo a sacudirse a los miles de parásitos que buscan cobijo en las administraciones vinculados a un color político, sin esas hipotecas deleznables que inmovilizan a los viejos partidos y que aún no han aparecido en los nuevos. Yo no tengo miedo a ningún acuerdo, del tipo que sea, pero el cambio, imprescindible para mí, no sé si encontrará los mejores mimbres para realizarse y si no es así, en mi opinión y solo en mi opinión, el 20-D solo será un día más, tan poco importante que solo sepa a oportunidad perdida, o que suene a 28 de diciembre, una broma más del Día de los Santos Inocentes.
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Pablo Iglesias te pide que no le votes...¡qué vídeo mas bueno!
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=ZZPHPAZICaY
Votar tenia que ser obligatorio en Democracia
ResponderEliminar¿Todo esto para que siga gobernando el Señor del Plasma, el tancredo político y su admirada Merkel?
ResponderEliminarA Rivera ya se le ha visto el plumero, era lo que parecía, el submarino del PP.
Sánchez va a anunciar su dimisión tras el trompazo.
A Garzón y Herzog los ignorais cuando han hecho más por la regeneración y contra la corrupción que quienes tenían el deber de hacerlo.
A Podemos le colocais etiquetas bolivarianas, proetarras, proarabes radicales, cuando lo que pasa es que os da miedo cambiar y preferis que os chupen la sangre y os machaquen los de siempre. Tontos consentidores, que es la peor forma de ser tontos.
Y la empresa solar le quitaron las subvenciones y ahora estas muy mosqueado. Deja ya de tomarnos por tontos. Motivación política cero, interés económico mucho.
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