martes, 8 de diciembre de 2015

¿QUÉ ESPERAMOS DE UN HIJO? (Página nº 3376)

Cuando mis hermanos y yo eramos pequeños sé que mis padres aspiraban a que estudiáramos, que era casi lo deseado por buena parte de los padres como forma  de promoción personal y social. También guardo en la memoria la coletilla que siempre escuchaba a mi madre: "...y que no nos deis disgustos"

Solo estudié yo y disgustos seguro que todos les dimos algunos.

Después he sido padre, pero también maestro, lo que permite tener mucho contacto con otros padres y madres y conocer muchas veces sus inquietudes y deseos, y de lo que te vas dando cuenta entonces es de que lo que esperas va cambiando con la edad de tus hijos, con la implicación que se tenga con ellos y con el afán de controlar esa realidad dejando más o menos margen al propio hijo, algo que se complica porque nuestros vástagos también empiezan a esperar algo de sus vidas y a tomar decisiones que les lleve a su consecución.

Algunas familias tienden a condicionar la realidad para ajustarla a ese deseo, pretenden dirigir el camino a tomar, esquivan o tratan de forzar las tendencias de sus hijos hacia otros aspectos. Otras casi que dejan al azar y los acontecimientos lo que haya de ser, rozando los riesgos de una deriva. Pero la gran mayoría solo pretende crear un entorno estable, marcar unas bases y dejar que la naturalidad de las cosas vayan tomando cuerpo. 

Si tuviera que arriesgarme lo que esperamos la gran mayoría de los hijos es que sean felices. Y lo hacemos desde el altruismo y, ala vez, el egoísmo, porque les queremos pero también porque su infelicidad también nos procurará a nosotros preocupación, inquietud, dolor.

¿Pero qué es la felicidad? 

Hasta en eso es difícil ponerse de acuerdo. Para los padres es casi siempre poder darle los estudios que quiere; encontrar un trabajo que les guste, con el que disfruten, pero que vaya acompañado de unas condiciones para esa felicidad como es un sueldo digno, un entorno agradable, un trabajo estimulante pero que deje tiempo para todo; que pueda compartir la vida con gente que le quiera de verdad, que le ayuden, ya sean parejas y amigos, que les hagan estar centrados; que la salud sea buena y que se acuerden de nosotros, que estén cerca cuando los necesitemos.

Como hijo no tengo tan claro que la felicidad sea exactamente eso, no en lo básico (salud, trabajo, pareja o amigos) sino en la manera de concebir esos temas que tienen que ver más con el disfrute, con la realización personal, con la libertad.

Han sido y serán nuestra vida. Pero es su vida, Quieren ser felices y queremos que lo sean. Pero no nos engañemos, la visión de hijo solo se modifica cuando ya eres padre y solo poco a poco. Y cuando recuerdo a mi madre aquello de "sobre todo que no me deis disgustos" en el fondo pienso que ya soy mucho más padre que hijo y que, en el fondo, ya pienso que la quiero ver feliz y que no me de disgustos, que es como esperarlo todo y no esperar nada concreto al mismo tiempo aunque estés ahí, para lo que sea necesario, aunque ya sin capacidad de mucha influencia sobre cada una de sus decisiones.


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1 comentario:

  1. ¡Como me gusta cuando no escribes de Politica!¡Me ha gustado mucho lo que has escrito hoy!

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