LEY MORDAZA (Página nº 2828)

Podríamos echar la culpa al ministro Fernández Díaz por, como dicen en un artículo, nacer setenta años después de su verdadero tiempo, el que se hubiera ajustado mejor a su forma de sentir y pensar y el que desde su ministerio pretende imponernos, pero no, la culpa real de esta vuelta atrás, de esta retrocracia que presenta brotes verdes de intolerancia, represión, multismo y limitación de libertades corresponde al irresponsable que le colocó allí y dio rienda suelta a sus afanes degeneracionistas.

Para ser Presidente de una democracia, como para ser ministro de un gobierno demócrata, lo que se necesita es gente con una convicción democrática a prueba de bombas, personas que crean que la libertad solo ha de estar limitada por leyes razonables y racionales que solo condicionen los derechos cuando invaden los de los demás, y ni Rajoy ni este Fernández dan la talla democrática que debiera adivinarse en quienes nos gobiernan.

Por eso la ley Mordaza, porque no es otra cosa, es lo único que son capaces de parir, y hasta la justifica el necio diciendo que no se diferencia de la ley de la Patada en la Puerta o Ley Corcuera, como si eso fuera un mérito. Deben pensar que porque un socialista aprobara una infame ley ya vale todo y hasta hay que aplaudirlo, pero aquel individuo que solo demostró que ministro puede ser cualquiera pero ministro bueno muy pocos y a eso jamás podía aspirar aquel político mediocre solo sacó adelante otro engendro más  de las que avergonzaría a cualquier demócrata decente.

Lo he dicho muchas veces, cuando se deja el poder en manos de gente sin profundas convicciones democráticas, estamos perdidos, a un paso de sucumbir a sus ramalazos intervencionistas, intolerantes, represivos, y si te lo cuelan en formato ley y con rodillo de mayoría absoluta...¡échate a temblar! habrás caído en manos de gente que tratará de dilapidar todo lo conseguido en un país donde la libertad no ha durado nunca demasiado tiempo.

Es evidente que en el PP no todos son así ni mucho menos pero en los partidos hay corrientes con mayor fortaleza y la que domina ahora está inclinada a regresarnos a un pasado que la mayoría rechaza para evitar que lo digamos alto y claro. Nos quieren amedrentar con el palo y la multa, ese blanco y negro que creíamos tan olvidado como el NO-DO.

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