DISPARARSE EN EL PIE (Página nº 2573)

La discusión sobre monarquía o república ha existido siempre pero hemos de reconocer que sólo ahora, tras los escándalos que venían tocando a la Casa Real y aún más tras el anuncio de la abdicación de Juan Carlos I se ha producido un rebrote significativo del debate.

Hasta hace no mucho la monarquía española vivía a cobijo del respaldo de las encuestas favorables que mostraban siempre un grado alto de aceptación. En un mar de casos de corrupción y frente al desafecto popular hacia los políticos la casa real vivía en un oasis de tranquilidad y la opción republicana parecía una reminiscencia residual del sistema, cosa de "nostálgicos" y de "peluzones", y hasta partidos que se dicen de honda vocación republicana terminaban por abanderar la monarquía como el mejor de los sistemas para nuestro país en estos momentos.

A esa situación, por supuesto, no solo contribuía la aparente solidez de la corona orillando escándalos sino, claro, la lealtad de los medios de comunicación que, desde siempre, tuvieron una actitud laxa apoyada en ese ver, oír y callar que, de alguna forma, pensaban que consolidaba la transición y, por ende, la democracia.

Y todo hubiera seguido igual si la monarquía española no se hubiese empeñado en pegarse un tiro en el pie. Que es lo que hubiera ocurrido si no hubieran dado lugar a esos escándalos con un comportamiento mucho más ejemplar y si hubiesen comprendido que el disparo ya no era con salvas sino que, en una sociedad donde la información, y la desinformación, ya no es patrimonio exclusivo de teles, radios y prensa y de los empresarios leales que los editan sino que con la irrupción de internet ya es imposible ganarse todas las lealtades y uno queda expuesto a que no le amparen los silencios ni se oculten las maniobras, la pólvora puede destrozarte el pie de manera grave o, incluso, irreversible.

Y los ciudadanos, muchos, ante los datos, las informaciones, las distintas fuentes, han podido ir modificando en mayor o menor medida su concepto de la Corona y empezar a columbrar que no podía ser oro todo lo que relucía. Eso, además de que la izquierda haya visto un momento ideal para poner en debate otra alternativa, ha posibilitado que ahora esté en la calle más que nunca la cuestión, aunque siga habiendo muchísima gente que pueda ver en la monarquía y en el nuevo rey una estabilidad o, incluso, una posibilidad de regeneración.

Seguramente si estuviéramos hablando de partidos políticos impolutos, que actuaran radicalmente contra el más mínimo asomo de corrupción, con transparencia y democracia interna, con gente verdaderamente preparada y sin endogamias, con capacidad de consensuar soluciones antes que de imponer elementos ideológicos discutibles no estaríamos hablando de monarquía o república más allá de lo que se hacía antes. Seguramente si la Corona se hubiera esforzado en ser ejemplar más que en parecerlo ahora no sería el debate monarquía-república.

Pero se pegó un tiro en el pie, con los medios ya no cerrando filas leales y con internet multiplicando el efecto del disparo. Y si el vídeo mató a la estrella de la radio la red ha puesto en un complicado brete a la monarquía española hasta discutirla a un nivel desconocido hasta ahora.

Y es una pena porque sobre monarquía y república debiera primar el término democracia, aún más importante, para conseguir que de una vez todos nos sintamos orgullosos de ella regenerándola de verdad, convirtiéndola en ejemplar como aspiramos desde hace décadas a que sea.

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