¿RESPLANDOR O GRISURA PARA UN PERFIL DE ALCALDE? (Página nº 1560)

Hace unos días se desató un cruce de comentarios en torno al próximo cabeza de lista del PSOE para la alcaldía de Daimiel. Ni tan siquiera el tema específico de la entrada pero surgieron nombres incluso dando por hecho la certeza de la aportación o afirmando conocer al dedillo el proceso que les llevaba a nombrar a alguno de ellos. A mí, en principio, me sorprendió y no porque creyese que era demasiado pronto para definir algo tan importante sino porque lo habitual suele ser lo contrario y apenas suele aguardarse al año previo para esos movimientos o, al menos, hacerlos trascender, y casi siempre buscando un efecto sorpresa y atractivo en esa elección de quien lidere el partido en esas elecciones.

También hace poco, en la otra parte, algún comentario cuestionaba una cierta grisura de Leopoldo Sierra, achacándole falta de liderazgo, un segundoplanismo más allá de la aparición en las fotos de marras como mayor cargo representativo de la localidad.

Ambas cuestiones me hacían reflexionar sobre lo que de verdad parece importar y lo verdaderamente importante y, por debajo de eso, cuál debiera ser el perfil más adecuado, y la verdad es que o yo estoy muy equivocado o asistimos a la repetición de errores. Y me explicaré:

A mi parecer la cuestión del liderazgo refulgente o la grisura anodina es secundaria porque por encima de ello debiera estar un proyecto consistente, atractivo pero eficaz, y comprometido básicamente con los ciudadanos, y a la par un equipo de personas competentes y preparadas para llevarlo adelante con eficiencia y dedicación. En ese contexto el fulgor de quien los liderase sería innecesario, entendiendo por fulgor relumbrón, imagen personal, acaparación de imagen, y mucho mejor un dinamizador de ese trabajo, una persona capaz de sacar lo mejor de sus colaboradores y poner criterio en la prioridad de los intereses generales sobre los del partido y sus ambiciones personales y electoralistas.

En ese ámbito la grisura no sería un aspecto negativo porque pondría relevancia en el proyecto y el equipo antes que en el liderazgo aparente, aunque éste existiese y fuera tremendamente eficaz, y la grisura sólo resaltaría peyorativamente cuando se observa que sólo asoman esos egos secundarios y todo parece desarrollarse sin un criterio unificador. Entonces sí, la grisura es un mal de mediocridad que finalmente conduce al fracaso.

El problema, pienso, es que como los ciudadanos, que solemos dejarnos llevar por lo carismático o no del líder de cada momento, los partidos, al hacer sus listas, caen en el mismo error y descuidan lo principal, proyecto y equipo, que termina haciéndose a medida del cabeza de lista y sucumbiendo al personalismo en detrimento de ese equipo que si no está compuesto adecuadamente, por gente de valía, honesta, trabajadora y capaz, terminará llevando al fracaso la gestión, y en Daimiel hemos tenido ejemplos.

---o---