INCREÍBLE PERO CIERTO... NUEVAMENTE (Página nº 1564)

Es inadmisible que a estas alturas la Motilla del Azuer siga desprotegida de una figura legal como la declaración de bien de interés cultural. Y no porque eso, por sí mismo, garantice nada, pues en rigor tiene más valor punitivo que preventivo, más de castigo ante quien actuase contra ese yacimiento que de capacidad para evitar esas actuaciones, pero, al menos, permite creer que se le da el verdadero valor que esa Motilla tiene desde un punto de vista cultural e histórico y visualiza la importancia que desde la administración se le otorga.

Pues bien, a pesar de los trabajos realizados, los resultados publicados, las inversiones hechas, la Motilla del Azuer está aún al albur legal, desprotegida, infravalorada, olvidada, hasta el punto de que, según nos cuentan desde el Ayuntamiento de Daimiel en la rueda de prensa de hoy, los trámites que se iniciaron en su momento han resultado tan infructuosos que han caducado sin resultado alguno. Como consuelo, claro, el anuncio de que se ha iniciado, a instancias del consistorio daimieleño, un nuevo expediente para conseguir esa declaración de bien de interés cultural que se desea consiga, más pronto que tarde, ese objetivo necesario.

Y me pregunto, ¿qué se ha hecho en todos estos años?, ¿a qué se debe las demoras y el fracaso en la resolución del expediente? Porque creo que a estas alturas nadie duda de la trascendencia histórica y cultural de este yacimiento, del valor contrastado de esa edificación milenaria y única en su estado de estudio y excavación. ¿Entonces?

Supongo que no vamos a obtener respuestas, ni siquiera excusas por parte de quienes tutelaron esa petición, y mientras tanto sometemos nuestro patrimonio a una situación de desprotección vergonzosa y que arrastra décadas desde que se iniciaron los primeros trabajos, con aquella excavadora guiada por la ignorancia y el atrevimiento, y ya se comenzó a entender lo valioso del hallazgo.

Por cierto, que decir del resto de motillas, alguna ya desaparecida por la estulticia, que no ignorancia, del dueño de la finca y que están ahí, aguardando ser estudiadas en algún momento en el que se den las circunstancias, pero expuesta a que cualquier desalmado le meta la pala porque le estorba el montículo que las esconde.

No sé que ocurre en Daimiel, qué ha pasado a lo largo de las últimas décadas, en las que patrimonialmente nos ha quedado en pie bien poca cosa porque nunca se ha hecho demasiado por conservar y cuidar lo que tenía cierto valor. Pero es que a estas alturas seguimos siendo poco ejemplares en su protección y hasta se nos caducan los expedientes que persiguen preservar lo mejor de nuestra ciudad.

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