Incluso, y es algo que a mí me llama la atención, se aspira a ser fiesta de interés turístico regional o ya se es, en muchas de estas localidades, sin que realmente hayan sido capaces de apartarse del cliché copiata y sin aportar, en muchos casos, singularidad alguna merecedora de una atención reseñable.
En esto fue genial Ciudad Real capital apuntándose a reinas del Carnaval tiñerfenistas, a Chirigoteos gaditanos y a cualquier otro invento carente de personalidad propia. Y otras localidades fueron a rebufo, a veces con la fortuna del arraigo propio porque encajaron bien y otras acuñando la impostura de algo que nada tenía que ver con nosotros.
El dinero, en forma de subvenciones y premios, rezumaba en cada localidad terminando por convertir en actividad estrella lo menos propio, como esos desfiles que se clonan de una localidad a otra porque intervienen las mismas carrozas, comparsas y grupos convertidas en litigantes ávidos de dinero.
Y en un segundo plano iba quedando el verdadero carnaval, el festivo, bullicioso, espontáneo carnaval de las máscaras, el de siempre, aquel que persistió a lo largo del tiempo, menos adocenado y rígido, más abierto y divertido.
El carnaval se ha ido estandarizando hasta el tedio. Visto uno, vistos todos. Demasiada falta de imaginación para dotar de personalidad propia unas jornadas festivas como estas.
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