miércoles, 23 de noviembre de 2011
MAYORÍAS ABSOLUTAS (Página nº 476)
Siempre he creido que las mayorías absolutas requieren de una madurez y generosidad que nunca han mostrado cuando se han producido. Quizá porque esa capacidad de decisión sin verdaderos contrapesos, sin estar sometida a mucho más que el escrutinio de una minoria sin capacidad, abre a un poder de decisión tan poderoso que termina ensimismando y, a la vez, enajenando a quienes lo ejercen, y esos valores de madurez democrática y de generosidad en la negociación se vuelven incómodos, lastrantes, innecesarios, y se sucumbe a la molicie del rodillo.
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