Que una mesa electoral de San Isidro terminara el recuento, según se dice, cuando hasta las del archipiélago canario habían terminado su labor situa a esa parte de Daimiel en un uso horario particular de modo que se podría decir, en broma, aquello de "las tantas en la Península, una hora menos en Canarias y dos menos en el colegio electoral de San Isidro".
El asunto del día en Daimiel, desde luego, y aparte de las nuevas revelaciones del concejal de Hacienda sobre las irregularidades, fue el exceso de celo del presidente de una de las mesas que obligó a prolongar todo el proceso hasta horas ya inusuales.
De lo que he oido y leido, y las versiones son variopintas, nada de lo que allí sucedió fue contrario a la norma, como no podía ser de otra manera, pero consiguió irritar a la mayoría. Y es que, por ejemplo, el empeño en que los sobres estuvieran cerrados mediante el adhesivo previamente humedecido con la lengua ¿qué aportaba al proceso?, ¿acaso lo dotaba de mayor integridad? Parece claro que no, pues de otra manera pondría en duda el 99% de los procesos llevados en el resto de mesas electorales donde bastaba meter la solapa del sobre por dentro.
¿Y entonces? Es evidente que si no aporta un plus de garantía en el proceso y, en cambio, hace que el procedimiento se alargue y ralentice exageradamente, es un error esa especie de talibanismo legalista que, en vez de facilitar las cosas, las complica esterilmente por una interpretación demasiado celosa de la letra.
Quedará, eso sí, para el anecdotario, cuando casi consigue ser la mesa más tardía en cerrar de todo el país, mérito inútil donde los haya, y obligar, y esto ya lo digo de coña, a replantearse los usos horarios para ese barrio daimieleño.
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Al obligar a los votantes a cerrar los sobres, se retrasó la votación, hubo personas discapacitadas a las que les costaba verdadero esfuerzo cerrarlo, fue humillante; tal era el cabreo de los allí presentes, que optaron por llamar a la Junta Electoral, personándose allí la Sra. Juez, que no consiguió convencerlo de que los sobres también se pueden cerrar metiendo la solapa, por lo que para este presidente de mesa cediera, la Junta Electoral tuvo que emitir un escrito, eximiendole de responsabilidad por si ocurría cualquier incidencia. En ese colegio había bastantes representantes de los tres partidos mayoritarios en Daimiel, todos alucinaron con este personaje, llegaban a votar ciudadanos a los que les correspondía otra mesa, y se empeñaba en buscarlos aun cuando los interventores allí presentes se lo adelantaban, provocando las largas esperas de los votantes . El colmo fue cuando llegó el escrutinio, normalmente un vocal de la mesa abre los sobres y el presidente los proclama, aqui no, todo lo hacía él y imagínate cuando llegaron al Senado...era ya bastante tarde y se personaron en el colegio representantes de la Junta Electoral, para ver qué pasaba, ya que efectívamente fue la última mesa de España.
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