(Foto colgada en el grupo de facebook "Daimiel en el Recuerdo" por Cencerrado)
Antes de la alberca o el albercón fue el barreño, solo basta ver la cantidad de fotos que existen de niños bañandose en ellos o, como también se le llamaba, en las calderetas metálicas que lo mismo servía para un lavado de ropa que para un chapuzón veraniego. Solo la aparición de aquellas piscinillas inflables terminó por erradicar la costumbre de llenar el barreño de mañana, colocarlo al sol para que el agua tomara temperatura y meterse allí para sobrellevar la canícula.
Y al tiempo también de albercas y albercones en Daimiel se estilaba bañarse en las acequias por las que discurría el agua de los Pozos para anegar las huertas que rodeaban el casco urbano. Yo, en concreto, me bañaba con asiduidad en el tramo que iba desde la Granja-Escuela a los Hotelitos, un verdadero paraíso contra la intensidad calurosa del verano cuando ya la caldereta se nos había quedado pequeña.
Pero nada como las albercas y albercones, las propias o las ajenas, con permiso o de "estrangis". Y para que no faltaran había que ir haciendo migas con quienes tuvieran la suerte de disponer de ellas o saber cuándo podía hacerse una incursión sin ser vistos. Y es que, entonces, las rejas, las vallas, los obstáculos, eran mínimos y solo había que administrar los tiempos.
Porque una alberca, un albercón, resultaban todo un lujo en una infancia donde los veraneos playeros eran elitistas. Y no importaba que el agua se renovase cada nada porque el fin del albercón no era otro que el de mantener un depósito de agua para dar riego a los sembrados y la temperatura o el tratamiento del agua no eran cosa que interesase demasiado. La ova, las curianas, los higos y hojas caídos en el agua no eran sino lo más habitual y a nadie disuadían de un refrescante, a veces casi helado baño.
¿Cuántos recuerdos tenemos vinculados a las albercas y albercones?, ¿cuántos de mi edad no aprendieron a nadar sino allí, casi de forma autodidacta e intuitiva?, ¿cuántos no han jugado sobre las cámaras de neumáticos, incluso de camión, reconvertidos en flotadores comunitarios?
Hoy la lógica del nuevo tiempo ha cambiado todo aquello a mejor, indudablemente, pero uno mira con cierta lástima el deterioro de aquellas albercas ya inútiles, salvo las que tuvieron suerte de ser reconvertidas en piscinas. Muchas de ellas quedaron abandonadas a su suerte pero durante muchos años, llegado el calor, podía oírse el ruidoso disfrute de chicos y adultos en sus aguas porque una alberca, un albercón, era lo mejor que podía pasarte un verano de aquellos.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario