Cantaba Gabinete Caligari aquello de:
"La fuerza de la costumbre
es mi guía y mi lumbre"
Y yo, que soy persona de costumbres no me atrevería a afirmar que fueran ellas mi guía ni mi lumbre pero sí que están tan arraigadas que sucumben, incluso, a la inercia.
Hoy estaba, por poner un ejemplo reciente, en un funeral en la Iglesia de San Pedro y aunque no hay indicación alguna de la Iglesia en tal sentido aún prevalece que mujeres y hombres se sienten, con pequeñas excepciones, en bancadas diferentes, algo quizá "justificado" hace cincuenta años pero casi anacrónico en la actualidad si no fuera porque la fuerza de la costumbre perdura sobre otras convenciones o esquemas sociales y esa misma fuerza de la costumbre hace que, como si de un automatismo se tratara, la mayoría de hombres y mujeres, sobre todo de mayor edad, tomen asiento siguiendo esa disposición a derecha e izquierdas desde que tengo memoria.
Y no estoy hablando de que eso sea malo, sino como ejemplo de que la costumbre se impone constantemente condicionándonos de una manera evidente, incluso sin tener en cuenta los cambios que para bien o para mal se van produciendo en la sociedad.
Y es que la costumbre tiene la cualidad de dar seguridad, de simplificar las cosas, de permitirnos no dudar, venciendo ese miedo a lo nuevo, a lo que no controlamos, y por eso se vuelve recurrente y nos incita a no cambiar nada, a seguir los modelos de siempre aunque puedan parecer desfasados, fuera de lugar, para cualquier observador neutral.
Las costumbres, sin embargo, no siempre son lo mejor ni lo necesario, pero se constituyen como muro casi infranqueable, como rémora evidente, incluso ofreciéndonos como nos ofrece certeza y seguridad, y yo, que vuelvo a decir que soy persona de costumbres advierto a veces que me estoy equivocando al evitar los cambios y las novedades, y que como yo, la fuerza de la costumbre para muchas personas es una forma de cobardía moral, de falta de fuelle para encarar la vida desde la iniciativa y la modernidad bien entendida.
Y luego constatas que pese a la claridad de ideas sigues sucumbiendo, en ocasiones, ante el poderío de esa fuerza brutal e inmovilizadora que es en muchos casos la fuerza de la costumbre.
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