lunes, 9 de mayo de 2016

BENDITA AGUA... PERO (Página nº 3622)




 
Bendita agua de lluvia, tan necesaria, tan necesitada, tan benefactora. Cae sobre los cristales, vierte en los tejados, zascandilea sobre el asfalto buscando las vertientes, alfombra las aceras, anega los alcorques, prorratea paraguas y prendas de los viandantes en su acuosa democracia. Llueve salud, dinero, alegría, un festejo de agua que nos salva, que nos irriga, que nos empapa de futuro. Como calderilla suenan las gotas que desde los aleros caen rematando la lluvia, limpiando el aire, abriendo los pulmones a su húmeda fragancia. La piel entera de Daimiel empapada.

Bendita agua...pero...

Cada vez que la lluvia se digna caer sobre la ciudad, en cada ocasión que el agua se enseñoréa de nuestras calles y espacios, también nos enseña sus carencias, zonas donde el agua se embalsa incapaz de encontrar salideros sin atascar, aceras inundadas, tramos donde contenedores soterrados o pasos de accesibilidad se construyeron ignorando los rejillos y desagües que allí había y sucumbiendo, por tanto, a un aluvión que no encuentra por donde evacuar, firmes irregulares que juegan a formar mares conexos y que, al paso veloz de algún vehículo, bañarán a transeúntes despistados y cogidos a traición.

La lluvia no tiene culpa alguna, nos bendice con su generosidad y su persistencia. Son las aceras, las calzadas, los rejillos obstruidos o desaparecidos sin explicación los que pueden terminar convirtiendo esa bendita lluvia en un suplicio.

No aprendemos, la lluvia deja el mapa perfecto de deficiencias e imperfecciones. Las mismas casi de siempre, esas que tienden a quedar ocultas y pospuestas porque nunca llueve lo que debiera y entre chubasco y chubasco parecen no preocupar.

Pero la lluvia tiene ese mucho de verdad, por eso las deja al descubierto en cuanto puede, para recordarnos lo que no está bien, lo que se debería solucionar antes de la próxima lluvia. Aunque nunca sucede.


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4 comentarios:

  1. Dudo que exista la ciudad ideal que demandas y no creo que fuera saludable que existiera. Cuando llueve, y en Daimiel, casi nunca cae lo necesario nos acomodamos a las inclemencias beneficiosas que la lluvia nos aporta.¡Lástima que estas sean más escasas que lo que necesitamos!

    https://www.youtube.com/watch?v=urNQklZ0Rz4

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  2. Total, para los días que suele llover al año... Menos mal que "estamos trabajando en ello". En unas décadas conseguiremos erradicar esa inoportuna e intempestiva propensión de la naturaleza a deslucir procesiones y mermar, de paso, el negocio de nuestro boyante sector turístico...

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  3. Ya lo dice el refran:
    "Nunca llueve a gusto de todos"

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