La tarde que nació nuestra hija, tan prematura, la monja se me acercó y me dijo:
-Se ha dado muy bien, pero no os hagáis ilusiones.
Nuestra ilusión cumple hoy veinte años.
Sí, veinte felices años, convirtiendo aquel kilo y doscientos gramos de sus treinta semanas de gestación en una estupenda persona que trata de abrirse camino en la vida estudiando aquello que siempre tuvo claro.
No es que uno olvide, de pronto, toda esa angustia, la inquietud, los miedos, que un hecho así llega a adueñarse de tu vida. Tres hospitales en siete horas, un corazón a cien, una madre que queda ingresada mientras el alma se le encoge por no saber de ella, un familiar que se deshace por ti cuando estás como perdido y coger tu coche parece inconcebible, una espera silenciosa en el que el cansancio y las emociones te abaten y la incertidumbre huele a desolación pese a que luches por desprenderte de todo pensamiento negativo.
No, uno no olvida, no puede olvidar cada prueba, cada examen, cada revisión, incluso cuando cada una de ellas deparaba resultados positivos y la huella de cualquier secuela iba desapareciendo en el optimismo de la normalidad. Uno no olvida porque va aprendiendo mucho de ello, porque va sintiendo la fortuna que le ha acompañado, porque es consciente de otras realidades que ya no son las nuestras pero que nos hacen comprender a otras familias, sus avatares. No, uno no quiere ni puede olvidarse porque nos cambió la vida, nos dio una oportunidad y nos hemos agarrado a ella con todas nuestras energías.
Miramos atrás y nos invade la felicidad, nos vienen encima miles de recuerdos, de imágenes, de escenas con todo su sentido. Incluso afloran los malos momentos, que también los ha habido, pequeñas incursiones en ese territorio hostil de la inquietud, la preocupación, que apenas quedaron después como apenas anécdotas. Y la hemos ido viendo crecer, madurar, expresarse, sintiendo que en ella se encierra,ante todo, una persona buena, sencilla, creativa, feliz, que nos quiere y nos tiene.
Veinte años. ¿Por qué siendo tantos nos parecen tan pocos?, ¿cómo, sabiendo de tantas cosas compartidas, nos hace sentir que el tiempo ha volado?
Sí, desoyendo a la monja, que seguro que lo dijo con toda su buena fe, nos hicimos ilusiones, muchas ilusiones. Y ninguna quedó incumplida.
¡Feliz cumpleaños, María!
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¡¡¡Felicidades a María!!! Siempre es motivo de alegría poder cumplir años, pero creo que especialmente en los casos en que la lucha es tan fuerte desde los primeros momentos, es más motivo de alegría aún. Un fuerte abrazo. A seguir cumpliéndolos y a mantener frescos todos esos recuerdos que nos sirven para dar gracias a esta vida.
ResponderEliminarMe sumo a la felicitación. Enhorabuena y que la ilusión dure...otros veinte...otros veinte...y más.
ResponderEliminarMaría, FELICIDADES. Javi , qué bonitas tus palabras.
ResponderEliminarYa he felicitado a Maria,y te felicito a ti por las cosas tan bonitas que has escrito de tu hija.
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