lunes, 8 de junio de 2015

SÍMBOLOS (Página nº 3174)

Con los símbolos hay que tener mucho cuidado porque, en ocasiones, los revestimos de tal valor que difícilmente soportamos su crítica y cuestionamiento. Por eso no me agrada ponerlos en demasiada cuestión cuando parecen herir tantas sensibilidades.

El problema, sin embargo, surge cuando tratamos de imponer o quieren imponernos unos símbolos sobre otros, y a menudo quienes lo hacen se llenan de intransigencia porfiando que los únicos válidos y valiosos son los que ellos defienden.

No me gusta, es verdad, cuando a una bandera la llaman trapo quienes abanderan con pasión otra enseña.

No me gusta, por supuesto, que alguien llame trozo de madera a una imagen religiosa cuando son capaces de enaltecer otros ídolos.

No me gusta que se desprecien himnos por quienes pierden el culo por escuchar otros.

Los símbolos siempre se pensaron para unir, vehicular, amalgamar voluntades en torno a ellos, y no debería ser malo que cada cual le otorgue el valor que quiera de forma positiva. Pero los símbolos, también, han terminado por ser, en ocasiones, fuente de conflicto, sacando las peores miserias del alma humana, y la historia no deja de ser un compendio de muchas de esas arbitrariedades y disparates hechas esgrimiendo esos símbolos.

Evidentemente uno no es apátrida. Yo me he criado con muchos de esos símbolos de los que se hace constante exaltación y desde hace muchos años no he querido asumirlos indiscriminadamente sino relativizarlos, desposeerlos de toda esa carga emocional que a veces se desborda perdiendo el pulso de la racionalidad. Acepto y respeto que es la bandera de mi país, no me da por rechazarla, pero entiendo que no es más que ese símbolo que cada nación toma como identificativo. Y acepto y respeto el himno, despojado de toda su carga histórica, ahora que incluso leo que fue un negocio familiar de los De Andrés que lo vendieron al Estado por 130 millones y se reservaron el 5% de los derechos hasta el 2036. Y acepto y respeto escudos y otras "vituallas" proselitistas pero que no me atrapan.

Y me pasa con las imágenes religiosas, le concedo el valor que pueden tener, por encima de los materiales, para que muchas personas logren sentir hacia ellas emociones difíciles de describir, y por eso acepto y respeto que representen tanto para esas personas, aunque no sea capaz de sentir yo lo mismo.

Los símbolos son los que son, tratan de aunar, integrar, compactar, alrededor de ellos. Si no se pierde el pulso con el fanatismo nada tienen de malo. Pero sí me preocupa cuando éste vence y algunos los utilizan perversamente contra los demás.

Quizá la tolerancia y el respeto debieran ser los símbolos ideales de la sociedad pero fueron elegidos otros y no conviene que en su nombre se lleguen a hacer atrocidades, disparates, que solo busquen el enfrentamiento, porque desde un lado y otro de las posiciones ante cada símbolo solo puede haber derrotas de las personas mientras queda el infame triunfo de la estupidez por quienes nos embaucaron por sus propios intereses.

Porque otra cosa es cierta, a lo largo de la historia esos símbolos siempre fueron reemplazados por otros, a pesar de creerlos irrenunciables. Y es posible que en un futuro más o menos lejano la mayoría de ellos sean sustituidos por otros nuevos.


***

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con tu planteamiento Totem. El sentido común y la racionalidad están por encima de cualquier tipo de simbología. Anzemur

    ResponderEliminar