Si la gente aprovechara los medios a su alcance para hacerse escuchar, para intervenir y participar, para señalar errores y aplaudir aciertos, para fiscalizar todo aquello que les afecta, y siempre, claro, desde un planteamiento crítico pero argumentado, propositivo y desde la perspectiva de mejorar, quizá serían conscientes del verdadero poder que tendría la ciudadanía para ser partícipes de todo aquello que les involucra y afecta. Pero esos medios están infrautilizados y nos solemos perder en mojigangas y alborotos que no suelen conducir a casi nada bueno.
Son otros los que saben el verdadero poder de esos medios de participación y por eso tienden a querer controlarlos, a evitar ponerlos al alcance, a buscar formas de silenciarlos, a enviar a su vasallaje habitual con las armas del ruido y la descalificación.
En una sociedad del siglo XXI se conceden canales de radio y televisión a discreción, se premia a los afines con publicidad institucional mientras se castiga a otros sin ella, se toman las televisiones públicas para uso partidista y proselitismo vergonzoso, se legisla para alimentar los silencios y cercenar la pluralidad, se condenan los canales de participación y si se pudiera, como se hace en países donde la democracia es solo un deseo, se limitaría un tipo de información perjudicial.
Nunca como ahora la gente tiene al alcance la posibilidad de opinar, de sacar a la luz irregularidades, de organizarse a través de la red para respaldar iniciativas de todo tipo y reivindicar medidas. Nunca como ahora queda tan al aire la impostura de quienes pretenden limitar esa capacidad ciudadana, decidir qué noticias nos cuentan y con qué mentiras nos quieren hacer desayunar, porque ya les desborda la capacidad de dirigir, manipular, engañar esa otra capacidad que tienen las redes sociales, los foros, los canales independientes de información, que descubren fácilmente sus pies cambiados y sus renuncios.
En la mayoría de países democráticos se sublima la libertad de expresión pero se trabaja para acotarla, para limitar su alcance. Los poderes prefieren gente dócil (les llaman leales), porque les asusta lo que no pueden controlar y no están acostumbrados a ser controlados. Y por eso en vez de abrir vías de participación, canales de opinión, puntos de acercamiento a las personas comunes, chistan para que callen, mueven los hilos para desactivar lo que les molesta, amenazan con decisiones que pueden perjudicar los intereses de los dueños de esos medios de comunicación, legislan para condicionar y tratan de que todo siga sin desbordarlos en vez de modificar sus maneras, mejorar su comportamiento desde el poder y estimular la objetividad, la transparencia y la comunicación correcta en sus acciones y decisiones.
Recelan porque ocultan, piden silencio porque temen la información, se enrocan porque la democracia es una zanahoria para distraernos en la que no creen verdaderamente.
Por eso, cada vez que callamos perdemos.
Émotion et solidarité dans les rues de Paris .
ResponderEliminarJE SUIS CHARLIE.
http://www.francetvinfo.fr/replay-jt/france-2/20-heures/jt-de-20h-du-dimanche-11-janvier-2015_788115.html