Debe ser por ese culto a la muerte que solemos mostrar o porque la cultura universal ha dedicado demasiado espacio a loar ese tránsito final pero lo cierto y verdad es que morirse, así, sin lujos, ya es bastante caro y desde luego no porque se utilice como modo de disuadirnos de hacerlo sino porque alrededor de la muerte se ha montado uno de esos negocios poderosos y de clientela fija en los que todos ganan menos el muerto, claro, y su familia.
Y es que morir obliga a pasar por caja, y ya no es cuestión solo de elegir la incineración o la sepultura, o esa cosa intermedia del columbario, sino que conlleva ceremonias, traslados, certificaciones, tanatorios de tránsito y espera, flores, tasas públicas, en las que el muerto sale por un ojo de la cara. A no ser que te apuntes al famoso recibo de los muertos, ese pago "hipotecario" que solo se rentabiliza si te mueres pronto.
Y eso si te dejan elegir porque el otro día publicaba una noticia la prensa inglesa en la que se contaba que en una zona de China se iban a clausurar los cementerios el primer día de junio, por ocupar demasiado espacio, lo que obligaría a que todos los cadáveres fueran incinerados y eso había disparado el suicidio de ancianos para poder ser enterrados antes de entrar la norma en vigor, lo que ya es el colmo de ese culto a recibir tierra aunque sirve para tirar por tierra que a los chinos muertos los emplean para hacer rollitos de primavera.
Pero si se te ocurre intentar reducir costes te queda donar tu cuerpo a la ciencia, lo que visto lo sucedido en la Universidad Complutense, es casi peor viendo el desprecio absoluto y la compraventa que se traían entre manos con los cadáveres allí amontonados.
Sí, ya sé, queda la desaparición en algún lugar inaccesible o dejarte devorar por las alimañas, o ambas a la vez, allí donde no te trinque ninguna administración para hacer pasar por caja a tus familiares, lo que añade un punto de animalidad del que tanto huimos aunque tenga el componente natural de participar de cadenas alimentarias.
Y es que hay que ver la que lió el pollito, aquel primer individuo que decidió morirse a lo grande. El resto lo puso la envidia, el yo no voy a ser menos, terminaron montando pirámides, basílicas, mausoleos, capillas y toda esa arquitectura funeraria que hasta en la modestia de una sepultura normalita se refleja a base de granitos o mármoles, como si quisiéramos ser reconocidos para siempre por ese revestimiento de roca noble a pesar de que solo guarde nuestra humilde vida, nuestros despojos.
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¡El morirse no es caro!
ResponderEliminarLo caro es... para el que se queda vivo.
Una vez muerto (dice un familiar cercano) que me tiren aunque sea a los perros...
Coincido y voy más allá. Son las tradiciones, las supersticiones y demás las que encarecen el proceso. Y pronto con un trámite más: pagar los certificados de defunción en el Registro Civil, ahora recién privatizado y colocado al gremio de la familia Rajoy (registradores de la propiedad), únicos "funcionarios" que emiten facturas y tienen libertad de (subir) sus precios y tasas. Como todo en este país de pandereta, si puede dar ganancias se le regala a los amigos, y si es deficitario lo apoquinamos entre los de abajo.
Eliminar¿Pos quien se ha muerto que ta tocao pagar?
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