Yo nací en un Daimiel sin rotondas, de parques de arena y calles, muchas de ellas, de tierra. En un Daimiel donde el Guadiana renacía en los Ojos y era río hasta llegar a Las Tablas. Un pueblo rodeado de huertas irrigadas por ese canal alimentado por los Pozos. Un pueblo de eras y albercas, de bicicletas y casas bajas y encaladas. Un pueblo en el que había aún más carros que coches y se subía en tartana a la estación. Un pueblo que olía a vendimia, a pan de horno, a aceite y churros, a fragua, a Semana Santa . Que sonaba a sirena de la cooperativa, a toque de campana de iglesia, a ruedas de carro y a voces de arriero. Un pueblo de chiquillería en las calles, de barrida de portales con cubo de agua derramada, de puertas casi siempre abiertas, de tiendas de barrio y lecheros madrugadores repartiendo casa a casa. Un pueblo con la guada refrescando el calor rotundo del verano. Un pueblo de fuentes públicas para abastecer de agua al vecindario, de cuevas y pozos en cada vivienda, de siestas y quehaceres. Un pueblo de pequeñas bodegas caseras, de tinaja y reposo. Un pueblo de lutos y misas, de estrenos en los Domingos de Ramos, de cines y carteleras presidiendo la plaza. Un pueblo de tabernas más que de bares, de pensiones que no de hoteles, de casas señoriales y patios de vecinos. Un pueblo salpicado de lagunas. Un pueblo con vocación de pueblo, sencillo, homogéneo, casi indistinguible de otros pueblos manchegos.
Ha cambiado mucho Daimiel. En estos poco más de cincuenta años el paisaje urbano ha cambiado casi por completo, apenas salvando los edificios más emblemáticos. Ha dejado de ser pueblo rural para aspirar a parecer más ciudad, y en el camino se ha ido dejando cosas como sumando otras más, a veces con acierto y a veces con errores. Es lo que tiene el progreso, se desprende de cosas, a veces valiosas, e incorpora otras, también de valor.
Recuerdo bien aquel Daimiel de mi infancia pero vivo en este otro, subido al siglo XXI. Y el tiempo traza esa memoria sentimental que nos hace adaptarnos a cada novedad sin desprendernos del recuerdo de lo que ya no nos queda.
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Te ha faltado citar que tambien antes se pasaban penurias, que la calefacción en las viviendas apenas existia, y así un sinfin de cosas.
ResponderEliminarPrefiero este Daimiel al de antes, por mucho que lo añores
¿Y quién dice lo contrario?
EliminarY ahora hay muchas calefacciones apagadas y volvemos a los olores de chimenea, no te dado cuenta...Hay gente que no va muy sobrada en este Daimiel de ahora
EliminarEs que no conoces a Totem? Tiene una virtud. La del uso de la lengua. Es capaz de dar a entender algo pero sin decirlo. Con lo que juega
ResponderEliminarNo, es como en la escena de "Amanece que no es poco", cuando un aspirante a intelectual le pide al chileno leer su novela y el chileno le dice: ¡No, que me la vas a leer mal y la vas a estropear!
Eliminar¡Pues justo eso!
Que mas quisieras tu
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