CINCUENTA TACOS (Página nº 958)

Mi infancia no es el recuerdo de un patio de Sevilla donde maduraba el limonero pero sí del Paseo del Carmen, frente a la Cooperativa del Campo "La Daimieleña", donde está la casa en la que nací, hoy hace cincuenta años. Y la verdad es que es una cifra que suena rotunda, ¡cincuenta!.


Sin embargo la vida tiene algo de chicle. En algunas ocasiones uno tiene la sensación de que, aunque con más rapidez de lo que quisiera, se ha vivido mucho, tal es el acopio de vivencias y recuerdos en las que quiero poner orden y que, no obstante, suele desbordarme. Sin embargo, en otros momentos, me parece mucho más fugaz, como si no me hubiera dado tiempo a hacer casi nada, esa recurrente sensación de que las rutinas aceleran el paso del tiempo y estrangulan un disfrute mayor da cada instante.


Pero si he de ser sincero creo que he sido y soy muy feliz, de tal modo que por encima de esas fluctuantes  sensaciones de intensidad o de pérdida de los tiempos apenas cambiaría algunos detalles o momentos de mi vida que afectarían, más que nada, a las pérdidas de seres muy queridos para mí.


Sí, son cincuenta años, no demasiados para el propósito de los que quiero vivir pero bastantes para gozar de perspectiva y memoria de lo vivido, más de 18.000 días de bagaje que uno administra con mayor o menor fortuna pero que son enteramente míos y de quienes los han compartido, siquiera puntualmente o a lo largo de mucho tiempo, conmigo.


Por cierto, el año pasado saqué un sonetillo de los casi cincuenta. Pues ya no hay casi que valga aunque últimamente estoy perezoso para el verso, así que lo dejo aquí, por ilustrar, ya cincuentón:

Voy para casi cincuenta,

casi medio siglo encima,

casi ilesa la autoestima

y casi saliendo de cuenta

y aunque casi no aparenta

mi aspecto y casi me anima

a que casi no deprima

por casi dejar los cuarenta

yo casi no tengo prisa

que aunque casi se divisa

casí tan dura cuestión

mucho es casi lo que queda

para casi que alguien pueda

verme casi un cincuentón.

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