martes, 29 de marzo de 2016

¡ Y ESTAMOS TAN "AGUSTITO" ! (Página nº 3556)

Es lo que tiene la vida, delimita una zona de confort y se trata de esquivar los problemas mientras se persiguen los sueños, casi siempre sin riesgo. Por eso cuando vienen circunstancias desfavorable como una enfermedad, un accidente, un problema de cierta gravedad, nos sentimos perdidos y de inmediato volvemos los ojos hacía... una voluntad divina. Nos sentimos tan impotentes, tan poca cosa, que eludimos buscar soluciones o simplemente entender que son cosas que pueden suceder en cualquier momento a cualquier persona y creemos en el valor terapeútico de la fe que es como emplazar a un ser superior a que resuelva por nosotros lo que no somos capaces de hacer por nosotros mismos o ni tan siquiera hemos intentado.

Quizá tenga que ser así, no lo sé, quizá no esté dotado para creer honestamente en otra cosa que lo tangible y no pueda entender otras vías, pero creo mucho más en lo que uno hace cada día en su vida, en la responsabilidad personal que evita riesgos, que previene accidentes, que favorece la salud, que esquiva o sortea problemas. Estoy demasiado atado a la realidad, a la sensación de que uno es lo que construye y destruye en su trayecto vital y el cuerpo y la mente me piden dar mucha más confianza a la ciencia y a las personas que a los mitos y los dioses.

Debe ser por eso que soy celoso de esa zona de confort, de la seguridad que te da lo conocido, de las certezas antes que los posibles. Y cuando llegan torcidas prefiero buscar soluciones a mi alcance que aguardar poco menos que milagros de los que no me siento nunca merecedor frente a los demás.

Es curioso que cuando solemos estar tan "agustito", tan estables, tan felices, no miramos hacia nada ni nadie, como si lo mereciéramos por ser quien somos, y al menor contratiempo nos volcamos en una demanda de ayuda divina como si también lo mereciéramos, como si la prioridad ya fuésemos nosotros pero sin mirar qué nos ha llevado a ello, sin intentar comprender las circunstancias que muchas veces explican lo que nos sucede.

Me gustaría creer, la verdad, porque parece un mecanismo fácil de resolución, pero tengo el convencimiento de que la religión, cualquiera de ellas, ocupa el espacio que no alcanza la ciencia o la razón y en ello radica su atractivo y su fuerza y que sin embargo ese territorio irá menguando progresivamente como lo ha ido haciendo a lo largo de la historia de la humanidad, derribando mitos, politeísmos y dando respuestas contrastables que explican casi todo de lo que nos sucede u ocurre a nuestro alrededor. Quizá me equivoque, uno, al fin y al cabo, está a solas con su pensamiento y llega a él por convicción.

En cualquier caso la vida tiene todo de nosotros, de nuestros actos y conductas, y es bastante fácil encontrar allí los motivos y hasta las soluciones. Y en tanto, estar tan "agustito" como para no tener que pensar en nada más.


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1 comentario:

  1. Yo, si creo en los milagros; pero estos no se producen cuando los buscas.

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