Ayer me contaban un chiste:
- Ha muerto de un golpe de calor
-Ya, ya, señora, pero baje la plancha y levante los brazos.
A veces necesitamos convertir en humor negro lo trágico, como hacía Chumy Chumez, aunque la realidad no dé para un chiste. Y es que estamos viviendo en Daimiel un verano desventurado en el que el calor, en algunos casos, parece actuar de desencadenante o, quizás, agravando las condiciones de algunas personas. Solo así se explica, y lo hago sin ningún rigor científico, la cantidad de fallecimientos que está habiendo en nuestra localidad. Raro es el día que no hay alguno, pero aún llama más la atención que ya ha habido varios días en los que se han producido tres y hasta cuatro entierros anunciados por las esquelas en las puertas de las parroquias o el tañido de sus campanas.
Queremos recordar que este calor, que no es el de los últimos años en cuanto a permanencia y continuidad por esas escalas del termómetro, era el de siempre, el de nuestra infancia y adolescencia, ese calor vertical y poderoso que vaciaba las calles y obligaba a la siesta. Será, quizá, porque el presente se revela con toda su fuerza de detalle que a mí me cuesta recordar un mes así en mis años mozos aunque también recuerde aquellos veranos macizos que combatíamos en las acequias de riego que provenía de los pozos, a manguerazos en plena calle o metidos en las calderetas, que eran las piscinas hinchables de la época.
Lo cierto y verdad es que este sol de justicia, pero también ese calor nocturno que a veces impide el sueño, es de un rigor que nos afecta a todos, que nos afloja y acobarda, que obliga a hidratarnos para sentirnos bien. Pero que sobre todo afecta a esas personas que por edad o enfermedad aún requieren de mayores cuidados y precauciones. Porque este verano no tiene tregua, las bajadas de temperatura casi ni son significativas, y las tormentas, que nadie quiere, ni tan siquiera deja el frescor pasajero de una lluvia al caer aunque luego acabe añadiendo al bochorno esa sensación agobiante.
A mí me gusta el verano, pero no así, de esta intensidad, donde apenas pueden contarse los días que ha corrido cierto aire fresco con los dedos de la mano. Y no me gusta el verano que deja ese rastro luctuoso, mayor del habitual, como el que ahora estamos viviendo por estas tierras daimieleñas.
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Fijate si hace calor que hoy estamos a 38 grados y se nota bastante que hace un poquito menos de calor
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