En junio de 2011 escribí, en unas de las primeras entradas de este blog, el texto que sigue a continuación y que apenas he tocado para añadir alguna precisión. Y me parecía interesante, en vísperas de nuevas elecciones, recuperarlo porque, como se titula, cualquiera puede ser alcalde, y me refiero al de cualquier lugar:
"Anoche conversábamos unos amigos sobre esto. Puede parecer mentira pero cualquiera puede ser alcalde porque se trata de una tarea no cualificada, en tanto que no se exige ningún tipo de formación, conocimiento o titulación para acceder a semejante cargo, y por tanto todo reside en una especie de filtro bastante permeable que reside en la proyección que un partido encuentre en una persona, por más que jamás haya podido tener experiencia en gestionar más allá de su economía familiar.
Incluso es discutible apelar al mérito del candidato que, a veces, surge de la nada, sin vinculación política alguna con el partido cuya lista encabezará, y en el que pesan más criterios de popularidad, capacidad de atraer el voto y otros elementos que no tienen por qué pasar por el cedazo de la capacidad administrativa.
Y no es que quiera decir que quienes han llegado a este cargo no estén capacitados, que habrá de todo, sino que señalo una evidencia palpable y es que pesa más el interés del partido y las ganas de quienes aceptan el envite de encabezar una lista que la preparación que debiera acompañar su aspiración al cargo.
En ese debate de ideas estábamos de acuerdo en que, salvo en el ámbito político, cualquier trabajo cualificado y de complejo desempeño exige una capacitación previa. Un juez aprueba una oposición, con una larga formación académica previa hasta licenciarse en Derecho, y antes de ponerla al frente de un juzgado se le requiere un periodo previo de nueva formación, por ejemplo, de modo que su desempeño en el cargo que ocupará venga precedido de un bagaje formativo específico necesario e imprescindible. Sin embargo un político coyuntural o "profesional" que accede a una alcaldía sólo requiere del respaldo de una mayoría de ciudadanos o ni tan siquiera eso y de inmediato se encuentra gestionando millones de euros, millones de metros cuadrados, decenas de servicios municipales y de funcionarios, con un criterio que puede ser relativamente arbitrario favorecido porque su capacidad de decisión es casi ilimitada y sólo corregida y acotada, se supone, por los límites legales.
Sí, porque un alcalde puede, si así lo quiere, emprender proyectos aparentemente inviables, disparar la deuda hasta un límite desproporcionado del 125%, llenar de funcionarios la plantilla, colocar a dedo a innumerables personas y luego, más tarde, convocar concursos-oposición o con perfil que servirán para colocarlos de por vida, nombrar cuanto personal de confianza le apetezca, elegir el número de liberaciones y hasta su propio sueldo, si goza de mayoría, sin más obligación que ser mayor de edad y sin que sea imprescindible saber leer y escribir o tener un historial limpio de delitos.
No, no pretendo convertir en elitista la alcaldía, sólo señalar la contradicción entre la exigencia de un puesto y su no correspondencia con la capacitación para desempeñarlo, de modo que cualquiera, realmente cualquiera, podría ser alcalde una vez elegido por el partido político, a dedo, pues es sabido que salvo en algún caso de primarias puntual es la manera real de designarlos.
Dirán que esto es la democracia. Sin duda. Pero no deja de ser algo realmente llamativo que tampoco conviene ignorar para entender muchas cosas de las que suceden."
por eso hay tantos cualquieras en los ayuntamientos españoles y en la politica en general
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