¿Cuántas veces habré echado en falta hablar con mi padre tras su fallecimiento?, ¿cuántas oportunidades tuve de hacerlo antes y las fui posponiendo?, ¿cuántas veces me he arrepentido de mi prisa?
En realidad con mi padre hablé bastante pero, sin embargo, siempre tengo la sensación de que quedaron muchas conversaciones por disfrutar, demasiados momentos pendientes aplazados a que yo tuviera más sosiego y tiempo para compartirlo con él, quizá pensando que siempre estaría cuando lo buscase.
Los hijos solemos vivir a distinta velocidad que los padres. Mientras ellos vuelven nosotros creemos que solo nos importa lo nuestro, que hemos de resolver, conocer, disfrutar de tantas cosas que para lo demás ya vendrá su tiempo. A veces, cuando más jóvenes, incluso nos molesta como si se entrometieran en una vida de la que tendemos a orillarlos, y solo te vas dando cuenta cuando ya eres padre y es imposible sentirte indiferente ante la aventura vital de quien es parte de ti.
Y eso que yo tenía pasión por mi padre. Lo sentía así, y prefería no ahondar en las decepciones que podía procurarle aunque tampoco solazarme en las alegrías que pudiera ofrecerle. Porque mi padre, sobre todo, me pareció siempre mi modelo aunque nunca llegué a ser como él, y no consigo recordar ni una sola vez que me sintiera decepcionado con lo que hacía.
Nunca he tenido ese pensamiento egoísta y pueril de que era el mejor padre del mundo. Sus defectos y sus virtudes estaban descifradas para mí. Pero puedo asegurar que fue el mejor padre posible que hubiera querido tener y para mí eso es mucho más que tener un padre perfecto.
Sé que hoy lo volveré a recordar pero el mismo lunes pasado, que era su santo, me acordé mucho más de él, de sus anécdotas, sus chascarrillos, su sentido del humor y su bonhomía, pero sobre todo me acordé de todas esas conversaciones que teníamos por delante y que quedaron para siempre pendientes. Es cierto que me desquito hablando con mi madre, que tuve muchas otras con mi suegro, pero sé que aquellas conversaciones por tener eran lo suficientemente importantes para anhelarlas ahora, y para no olvidarle jamás.
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Efectivamente, tuviste un padre que yo conocí, un gran hombre de fe, que nos contagió a los que lo conocimos, y que junto a otros mayores, siempre será recordado por mi por su bonhomía y su buenhacer.
ResponderEliminarMuchas gracias. Sé que no entendía mis dudas de fe pero siempre respetó que las tuviera.
Eliminartodos los que hemos perdidos a nuestros padres en este día nos acordamos de ellos.Porque siempre hay algo que no dijimos o no hicimos , pero sabemos que ellos siempre están vivos en nuestros recuerdos y en muchas ocasiones con sólo pensar en ellos sabemos que nos responderían y que consejos nos darían.
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